Admoniciones

Mane Nobiscum

Autor: Camilo Valverde Mudarra 

 

 

Había una vez dos viajeros que, tras haber asistido a las solemnes fiestas de la Pascua, regresaban entristecidos a Emaús comentando los terribles acontecimientos que se habían visto por aquellos días en Jerusalem. Conversaban y mientras hablaban, Jesús mismo se les acercó y caminaba con ellos. Pero, creyeron que era un viajero más; sus ojos estaban impedidos para reconocerlo. El cristiano no puede caminar, teniendo a Jesucristo cerca y no verlo, no reconocer al Maestro.

Llegando a la aldea, hizo ademán de seguir. Es tarde, le decían, entra en casa, "mane nobiscum". Puesto a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Y sus ojos se abrieron y lo reconocieron. Lc 24, 13-16 y 28-31). Este es nuestro deseo infinito, esta nuestra intensa súplica: Mane nobiscum. Sin ti, mi Señor, yo no sé, no puedo vivir.

Reflexionemos, guardemos estas dos ideas:

- "Un amigo que camina con nosotros, que cena con nosotros y que lo conocemos en sus gestos. en sus formas: en el partir el pan".

- Y segunda: El "Mane nobiscum", ¡quédate con nosotros! Un grito de deseo profundo al amigo que queremos y que deseamos retener a nuestro lado: No te vayas, estáte aquí, permanece en esta casa, que charlemos, más y más, todos los días.