Admoniciones

La Resurrección

Autor: Camilo Valverde Mudarra 

 

 

Aquella tarde memorable en que Nuestro Señor espiró en la cruz, -lo cuenta el Evangelio de S. Lucas- José de Arimatea lo envolvió en una sábana. Las mujeres que habían acompañado a Jesús lo siguieron de cerca y vieron el sepulcro y cómo fue colocado su cuerpo. El primer día de la semana, al rayar el alba volvieron al sepulcro llevando los aromas preparados. Y se encontraron con que la piedra del sepulcro había sido rodada. Entraron y no hallaron el cuerpo de Jesús, el Señor. Y mientras estaban perplejas se les presentaron dos varones con vestidos deslumbrantes que les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado. Recordad que en Galilea dijo que debía ser entregado en manos de pecadores, ser crucificado y resucitar al tercer día. (Lc 24, 1-7).

No está aquí. Él es la Vida. Ha resucitado. Y aquí, en la Resurrección de Cristo radica el fundamento de nuestra fe. Es la Resurrección de Cristo la que da fuerza a nuestro cristianismo y consistencia a nuestra fe. El Evangelio cobra una dimensión nueva y distinta. Sin la Resurrección de Cristo no tendríamos seguridad. Así lo afirma S. Pablo: "Y si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación y vana nuestra fe" (1Cor 15,14).

Es motivo de satisfacción y alegría para nosotros y, a la vez el asidero más firme, la certeza de que estamos en la verdad: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". 

Jesús es la Vida y la existencia misma: "En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios". (Jn 1,1) "Y todo en Él es vida". 

Y si nosotros estamos unidos a Él, como los sarmientos a la vid, tendremos vida y seremos vida en Él.