Admoniciones

Mi siervo

Autor: Camilo Valverde Mudarra 

 

 

He aquí que mi siervo prosperará,

 se elevará, crecerá

 y será magnífico (Is 52,13).

 

El misterio del "Siervo de Yahvé" (elegido) comprende cuatro cantos del libro de Isaías: 42,1-9: 49, 1-6; 50, 4-11; 52,13 - 53,12. La revelación profética alcanza una de las cimas más extraordinarias y desconcertantes. Los cuatro cánticos exponen la vocación divina y la infusión del Espíritu en el Siervo para realizar su misión que será de mansedumbre y de paz, por la que instruirá y juzgará a los hombres. El tercer canto, y especialmente el cuarto -el más importante- cuenta su muerte ignominio­sa, expiatoria de los pecados de todos, con los que voluntariamente ha cargado, y por la que será colmado de gloria y verá su triunfo. El N.T. ve aquí literalmente profetizada la humildad y la muerte de Jesucristo (Mt 26,67; ­27,26; Mc 15,19; Lc 6,29; 22,37.65; Jn 1,29; 19,1: 2Cor 6,2).

Es un Siervo personal del futuro, objeto de las complacencias divinas, escogido por Dios para ser guía y testigo entre las naciones. Su obra misional será persuasiva y suave, siendo el médico de las heridas y flaquezas humanas cf Mt 9,13); y redimirá a los paganos con su ley, la moral y el derecho. Ha sido predestinado por Yahvé desde el seno materno para una misión salvadora y universal, pero trabajosa y difícil, que cumplirá ­sin desmayo confiado plenamente en Yahvé y en la aceptación voluntaria del dolor y de la muerte. En recompensa a su obediencia, será glorificado. En su pasión y glorificación, se cumple el designio salvífico de Dios sobre la humanidad.

El Siervo no es nada atractivo, procede de cuna humilde como un retoño, como raíz de tierra árida. No tiene apariencia de hermosura que complazca. Su parecer causa el desprecio y el abandono de los hombres. Es la figura de la desventura y del sufrimiento, varón de dolores; la desgracia se ha cebado en él, hasta el punto de hallarse plenamente familiarizado con el desgarro y el dolor, desfigurado y reprochado ante el que se oculta el rostro por repugnancia y, a la vez, por conmiseración. El oráculo indica que todo ello es una injusticia, él no ha sido castigado por Dios. Los inauditos y misteriosos sufrimientos se deben a que cargó con nuestros pecados, por nuestras iniquidades con lo que ha conseguido traernos la paz, en sus llagas hemos sido curados. Es la idea teológica de la satisfacción vicaria: el hombre se reconcilia con Dios por lo frutos de los padecimientos del Siervo en su efecto terapéutico.