Admoniciones

He de morir

Autor: Camilo Valverde Mudarra 

 

 

Es mi sangre, que va ser derramada por muchos (Mc 14,24). 

Jesucristo sabe que ha de morir y, con anticipación, predice su muerte. Los evangelistas, en tres ocasiones, anuncian las palabras de Jesús (Mc 8,31; 9,31; 10,32-34 y par), añaden la parábola de los viñadores homicidas (Mc 12,1-12) y varias alusiones (Mc 9,9;10,21b; Jn 12,7.24). Jesús previó su destino de muerte violenta. Él sabía que los pontífices y judíos tramaban matarlo (Jn 7,1.19.20.25; 8,37.40; 12,10). Y está seguro que no se verá olvidado del Padre

Aceptando su muerte confiado y obediente al Padre, ante la muerte inminente, Jesús se siente ate­rrorizado y asustado lleno de angustia, de sufrimiento y desolación y exclama: "Triste está mi alma hasta la muerte" (Mc 14,33-34); es una cita del Sal 42,6, con la que Jesús asume la vivencia de la miseria y de la angustia hu­manas. Jesús se ve solo; no tiene el consuelo, el apoyo de los amigos, ni la fidelidad de los discípulos, "todos lo abandonaron y huyeron" (Mc 14,50). Pero Él, poniéndose en manos del Padre acoge su voluntad misericordiosa: "¡Abba, Pa­dre! ¡Todo te es posible! ¡Aparta de mí este cáliz! Pero no se haga mi voluntad, sin - 50 -o la tuya" (Mc 14,35; cf Lc 22,42; Mt 26,39). Consciente de la misión recibida Jesús tomó su muerte como un hecho básico de acuerdo con el sentido que había dado a su existencia de dar su vida por amor al hombre según los designios del Padre, en entrega sumisa de redención: "El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate de todos" (cf Mt 20,28; Le 22,24-27). Así, en la última cena, hace don de sí mismo, es la ofrenda, la víctima que sube voluntaria y obediente al altar del sacrificio, "sangre derramada por muchos" (cf Mc 14,22-24 y par; cf 1Cor 11,24-25). La "hora" joánica de la existencia y la misión de Jesús es el "camino" ascendente hacia el mo­mento final y culminante. 

La carta a los Hebreos es un documento de reflexión sobre la angustia de Jesús frente a su mmuerte (Heb 5,7-9). Jesús se anonadó a la condición humana; sufriendo y sometiéndose, se hizo autor y consumador de la fe (Heb 12,2). La muerte de Jesús en la cruz era un escándalo para los judíos (1Cor 1,23). San Pablo, des­pués del encuentro con Cristo resucitado, hace de la cruz el centro de su predicación: "Nosotros anunciamos a Cristo cru­cificado" (1Cor 1,23; 2,2; 2Cor 3,4; Gál 3, l; 6,14; Flp 2,1). Pablo llegó a ver en la muerte de Jesús incluso el acontecimiento salvífico definitivo. Cristo murió por nosotros (ITes 5,10), "murió por todos" (2Cor 5,14), El "morir por" es el gesto supremo de amor.