Admoniciones

En un "Unum" con Jesucristo

Autor: Camilo Valverde Mudarra 

 

 

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos (Jn 15,5).

La vida sólo es vida verdadera entroncada en Jesucristo; si no está en Cristo, no es vida; se destruye en el odio, en la venganza en la depravación y las bajas pasiones. Sin Jesús, es la nada: "Yo soy el camino, la verdad y la vida (Jn 14,6). Él mismo se define diez veces, con la frase atributiva: Yo soy, en el evangelio de San Juan. Yo soy la vid, el que permanece unido a mí da mucho fruto; sin mí nada podéis hacer y el que no da fruto se corta y va al fuego (Jn 15,1-7). Hay que aferrarse a Jesucristo para salir de las tinieblas: "Existía la luz verdadera" (Jn 1,9); Yo soy la luz del mundo (Jn 8,12.23.24.28.57; 9,5), hagamos las obras de Dios, mientras es de día, mientras está aquí con nosotros. La idea se repite por seis veces, afirmando su entidad divina, existe antes de Abraham; Él es de arriba e ilumina la fe, sin su luz morimos en el pecado; es la luz para ver su unión con el Padre que está con Él y lo ha enviado, pues, con el Padre, es una sola cosa (Jn 10,30).

En la preciosa perícopa del diálogo con la Samaritana, de profunda enseñanza teológica, Jesucristo se declara abiertamente que es el Mesías: Yo soy, el que habla contigo; que viene y Él aclarará todas las cosas y nos guiará por este camino plagado de dificultades. 

El capítulo sexto del cuarto evangelio se dedica al pan eucarístico. Y, salvo el "yo soy, no temáis" (Jn 6,19b), con que Cristo, andando sobre las aguas, tranquiliza a los suyos asustados, se llama, con insistencia, por cuatro veces, el pan de vida bajado del cielo, no el maná que dio Moisés, sino que el Padre nos da el pan verdadero del cielo, el pan vivo que da vida al mundo, porque el que lo come vive eternamente. Este pan que yo doy es mi carne; quien no come mi carne y bebe mi sangre, no tendrá vida en sí mismo: Yo soy el pan de vida (Jn; 6,35,41.48.51).

Es la puerta de la salvación que da acceso a la vida y vida abundante. Es el buen pastor que arriesga su vida por las ovejas (Jn 10,7.9.11.14). A Marta le dice que es la resurrección y la vida (Jn11,25). Y, en el lavatorio, se reconoce Maestro; y decís bien, lo soy. Y magnífico, porque hace asequible y sencilla una enseñanza profunda a todos y a toda época (Jn13,13).

Por último, cuando se presentaron al prenderlo, con toda decisión y valentía, sabiendo lo que iba a suceder, se entregó, yo soy (Jn 18,5-8). Retrocedieron y Jesús les pidió dejar a los "suyos". Luego, ante Pilato se declaró sin paliativos: Yo soy rey (Jn 18,37), rey del Reino Celestial; rey de mansedumbre, que no usa su fuerza porque no quiere; y rey del mundo, "para eso nací y para eso vine, para testificar la verdad", quien ama la verdad, lo escucha y lo ama.