Admoniciones

Hora lesiva

Autor: Camilo Valverde Mudarra 

 

 

Vigilad, pues no sabéis el día ni la hora 
(Mt 25,13). 

La «hora», en el Evangelio, se emplea en diferentes contextos y distinto significado. Desde su sen­tido propio, es la medida del tiempo: el día tiene doce horas (Jn 11,9); la hora prima señala las seis de la mañana (Mt 20,1; Lc 24,1; Jn 8,2); la tercia, las nueve de la mañana (Mt 20,3; Mc 15,25); la sexta, las doce del día (Mt 20,5; 27,45; Mc 15,33; Lc 23,44; Jn 4,6; 19,14); la nona, a las tres de la tarde (Mt 27,46; Mc 15,34); indica un suceso singular, un punto culminante de la historia de la sal­vación; alude al tiempo escatológico, al fin de los tiempos, a la hora de Dios (Mt 24,36.44.50; Mc 13,32: Lc 12,39; 17,22; 21,6; 23,29; Jn 14,20; 16,23.26); de modo especial, se cita «la hora de Jesús» en el evangelio de San Juan; y es que toda la vida de Jesucristo se ciñe a «su hora» marcada por Dios, desde el principio.

En la parte primera del evangelio, se expresa que aún no ha lle­gado su hora (Jn 2,4; 7,30; 6,7-8; 8,20); en la segunda, la hora ya llega (Jn 12,23-27; 13,1; 17,1). Mientras esa hora no se presenta, sus enemigos nada pueden hacer contra Él (Jn 8,20; 7,30). Y, en el periodo en que no llega esa hora, los discípulos no entienden el significado de la obra de Jesús (Jn 2,17.22; 7,39; 12,16; 20,19), porque hasta ese momento no recibirán el Espíritu Santo, que abrirá su mente (Jn 7,39; 14,26; 16,12-13).

La hora del ser humano es el instante crítico su vida. Así, la hora de la mujer es el trance más notorio, la hora del parto, acto relevante de dolor y alegría (Jn 16,21), la hora de los judíos incrédulos es la ocasión de su ira y de su crimen (Jn 16,3-4). Del mismo modo, la hora de Jesucristo es el tiempo de su muerte (Jn 13,1; 12,24.27), y la hora de su muerte coincide con la hora de su glorificación (Jn 11,8-10; 12,23; 13,31-32; 17,1.5.24). San Juan ha unido la hora de la cruz y la hora de la glorificación de Jesucristo con el designio de la más relevante expresión de la divinidad de Jesucristo (cf. Mt 27,54; Mc 15,39; Lc 23,47-­48).

A la hora en que Jesucristo se iba muriendo en la cruz, hay dos intervalos de gran relevancia: Nombra a María, Madre Universal de la humanidad: "He ahí a tu hijo" (Jn 19,26); despojando al hombre de su orfandad, lo hace hermano de Jesús y coheredero del reino del Padre (Rm 8,17; Gál 4,7). Y la última palabra: "Todo está cumplido"; su misión mesiánica se ha consumado por completo, la obra encomendada ha sido llevada a término minuciosamente (Jn 17,4) por el Siervo que "Tú enviaste para que sean perfectos en la unidad" (Jn 17,23).