Admoniciones

El dolor y el mal

Autor: Camilo Valverde Mudarra 

 

 

Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas (Lc 22,53).

 

Hoy, el mundo experimenta formidables logros y avances, pero el hombre, en muchas partes, vive en la opresión y en condiciones de vida inhumanas; viéndose explotado, aún espera alcanzar la paz, la justicia y la libertad. Atenazado por formas injustas y opresivas malvive sometido a la esclavitud cultural, política y socio-económica. El ser humano aspira a su liberación; es un ansia de libertad que Dios puso en su alma creada a su imagen y semejanza (Gn 1,26). Jesús proclamó la liberación del hombre como núcleo de su misión (Lc 4,18-19).

El mal y el dolor no descansan; golpean aquí y allá y siempre son los más desvalidos, los más indefensos los que reciben sus zarpazos. Para el que sufre, resulta con frecuencia un escandaloso ­problema, que suscita el interrogante sobre el sentido mismo de la existencia. No consiste sólo en tratar de superar el mal, sino de hallar el medio de pasar del sin sentido al sentido de la vida. El problema no reside en comprender el mal, sino en entender el sentido de la existencia humana doblegada por el dolor; sobre todo el que corroe al inocente, cuando ve su libertad atacada por furias externas sentidas como producto de irracionalidad; e incluso, en el caso, del mal que proviene de la naturaleza.

El mal, que es uno y muchos, indefinido y destructor se presenta en sus diversas manifestaciones causando dolor (Lc 13,16). El odio racial, el odio fraterno de raíces inveteradas, que una y otra vez salta y acomete con su fanatismo (Lc 22,53), no cesa, a pesar de conferencias y acuerdos de paz; porque intereses muy concretos y codicias señaladas no dejan establecer la convivencia y brillar la paz (Mt 26,15). La avaricia no sólo no beneficia (Mc 8,36), sin que es causa de muchos males El odio infecta el corazón (Jn 13,27), destruye al hombre y arrastra el dolor (1 Jn 3,15). Aquellos que ostentan el poder (Sal 25,19), por el camino del lucro y de la injusticia, causan el llanto y la muerte, cuando, si fuesen honrados buscarían el bienestar de los gobernados (Jn 18.12-14).

La cruz y la muerte de Jesús, que a los hombres, parecen locura y debilidad, son efecto de la "sabiduría insondable de Dios. Al dolor humano Dios responde con la paradoja de la pasión de su Hijo, que, como cordero, se deja triturar y sacrificar para vencer el dolor.