Admoniciones

Veo el dolor

Autor: Camilo Valverde Mudarra 

 

 

Porque del corazón provienen los malos pensamientos,
los robos, los asesinatos... (Mt 15,19).

El dolor es la experiencia humana del mal. El dolor y el mal, pues, son afines, no como realidades físicas, sino como hechos psíquicos que afectan más o menos gravemente el curso de nuestro vivir. El dolor" es la afección hiriente manifiesta en la impotencia humana del deseo de eliminar la dificultad y escacapr de la sujeción al mal

El dolor atenaza de maneras diferentes al individuo: psíquicas, físicas, morales; a la sociedad: violencias guerras, genocidios; a la naturaleza: catástrofes, terremotos, inun­daciones, huracanes. No existe el dolor indeterminado, sino que se da siempre en el ámbito de lo concreto de la existencia históricas. De modo imprevisto hinca su s garras y el hombre anonadado se interroga sobre el porqué y el cómo de ese terrible monstruo. Job, en su quebranto, se duele e increpa a sus amigos: "¿Hasta cuándo atormentaréis el alma mía y, con pa­labras, me acribillaréis?" (Job 19,2). La búsqueda de las "causas" del sufrimiento conlleva siem­pre el riesgo de convertirse en un intento ingenuo y proporcionar, con el mejor deseo, un consuelo vano y precipitado exaspera al que padece, y terrmina por inútil justificar a Dios. 

Ante el dolor es necesario el "discerni­miento de espíritus" que aconseja San Pablo (1Cor 12,10), la capacidad de "distinguir entre el bien y el mal" (Heb 5,14). Hay que desenmascarar el dolor, para superarlo, descubrir su rostro, para desechar la angustia y la deses­peración; enfrentándose al dolor, el hombre se libera del miedo que lo esclaviza (Si 33,14). "El sacrificio y el dolor, decía el Cardenal Enrique y Tarancón, tienen un valor supremo desde que Jesucristo los utilizó para salvarnos.

Dios es la vida, es el bien (Mc 10,18); en Él, reside esencialmente la bondad (Mt 7,11); es la luz que ilumina y vivifica (Sab 7,27-30). Jesucristo, que trae la salvación, al curar al hombre de su dolor, lo libera de su esclavitud y le restituye la plena humanidad (Mc 5, 1-20).