Admoniciones

Orar siempre, sin desfallecer

Autor: Camilo Valverde Mudarra 

 

 

Jesucristo enseñó a orar: "Cuando oréis decid así: Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre" (Mt 6,9). Y Él mismo oraba siempre: "y, luego, se fue al monte para orar" (Mc 6,46). Y en el momento terrible de su agonía, en Getsemaní, dijo a sus discípulos: "Quedaos aquí mientras voy a orar" (Mc 14,32).

La vida moderna parece imponer unas condiciones poco favorables para la oración. Sin embargo, Dios está también hoy con nosotros. Hoy, como siempre, es posible encontrarnos con Él.

Para el creyente la naturaleza, obra del Creador, siempre ha sido signo, rumor y reflejo de la presencia de Dios. Una invi­tación a la alabanza. La ciencia y la técnica modernas han modificado nuestra rela­ción con la naturaleza, pero no tienen por qué impedir la alabanza al Creador, sino, más bien, ahondarla y enriquecerla. A medida que conocemos mejor los secretos del mundo y somos más capaces de utili­zar sus posibilidades, podemos, si sabemos, acercarnos más a Dios y admirar más su sabiduría y su bondad. La ciencia nunca contradice el acto del "Fiat" Creador. Del fiat parte la Creación, aunque hoy se imponga como Big-Bang. En su evolución, sigue inexorable su desarrollo desde el impulso divino del "hágase" primero. Hay que saber mirar para ver más allá del dato y de lo útil. Captemos la tierra como un don que hemos de acoger con agradecimiento y compartir de manera justa.

Estamos convencidos también de que la vida moderna en la ciudad puede y debe alimentar nuestra oración, ya sea de súplica o intercesión, ya de alabanza o acción de gracias, ya de arrepentimiento, ya de compromiso. Oremos y recemos en todo momento, la oración es el asidero de salvación que tenemos. "Tendrá piedad del pobre e indigente que lo llama y salvará la vida de los pobres" (Sal 72, 12-13). Velad y orad (Lc 21,36). Fue Jesús a la montaña para orar y pasó la noche orando a Dios (Lc 6, 12). Velemos y oremos al Padre continuamente.