Admoniciones

El pobre

Autor: Camilo Valverde Mudarra 

 

Dalo a los pobres, luego, ven y sígueme. Al oír esto 
se entristeció mucho porque era muy rico (Lc 18,22).

Los pobres encontrarán justicia; son los hijos de Dios, los herederos del Reino (Mt 5,1-12). 

Se acerca a Jesús, en Mc-Lc, «uno», en Mt, es un joven, que dice «ha guardado» todos los mandamientos, quizás se refiera a que usó sus riquezas en servicio del prójimo. La respuesta de Cristo, en cualquier caso, se orienta a la vida perfecta: «Si quieres ser perfecto...» Esta «perfección» no se impone a todos (Act 5,2.4), es voluntaria. 

Cristo le expone una doctrina de perfección, que le haría desprenderse de sus riquezas -era muy rico-, dar­las a los pobres, para tener un tesoro seguro en el cielo, donde no se lo robarán ladrones ni lo destruirá la polilla. Es el merito a la obra buena. Es la doctrina de los profetas sobre el amor eficaz al prójimo. Se citaba honoríficamente algún caso de rabinos que, para dedicarse al estudio de la Ley, habían vendido sus bienes. Cristo ofrece su programa: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mt 16,24). 

Pero el joven no lo aceptó, «frunció el entrecejo» y se fue entristecido; estaba atrapado en su riquezas. Es la posesión más contraria a la vida cristiana. Los ojos de Cristo, que lo «amaron», lo vieron irse sin respuesta. Y Jesús avisó del peligro de las riquezas con un grafismo oriental hiperbólico de fuertes contrastes orientales: «Os digo que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos». Cristo indica el peligro de la riqueza está en el apego, en el lucro, en la acumulación, en los placeres y a los abusos Naturalmente, no predica Jesucristo una revolución social que exija la renuncia a la propiedad, ni es una condena y exclusión del reino de los cielos a todos los ricos. El mismo reconociendo la propiedad, purificará los excesos económicos de Zaqueo (Lc 19,1-10). Y, ante la dificultad, da la solución: "Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios" (Lc 18,27). Aquello que los hombres no pue­den por su condición, Dios lo puede hacer. 

Jesucristo vino a evangelizar a los pobres, a liberar a los cautivos, a dar vista a los ciegos y libertad a los oprimidos, y a promulgar su Reino de paz (Lc 4,18). 

Desprendamos nuestra vida de la materialidad y busquemos la perfección en Cristo.