Admoniciones

Hombre nuevo

Autor: Camilo Valverde Mudarra 

 

 

Así es el que nace del Espíritu (Jn 3,8).

Nico­demo, hombre principal en Israel, está impre­sionado por Jesús, pero su fe es imperfecta. Quería conocer la doctrina de aquel profeta, rubricada por Dios. El evangelista expone con este diálogo de honda temática teológica: el modo del entrar en el reino. Cristo le explica que para «ingresar» en el reino, es necesario nacer de nuevo; hace falta un nuevo «nacimiento» a través del Espíritu: "El que no nace de agua y de Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios" (Jn 3,5). Un renacer que puede tener un sentido local: nacer de «arri­ba», o también temporal: nacer de nuevo. Nicodemo parece que busca más precisiones, sagaz, no va a pensar en el absurdo de un renacimiento humano.

La enseñanza se reafirma progresivamente con una lección dogmática fundamental:«Quien no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de los cielos». La razón es que «lo que nace de la carne, es carne; pero lo que nace del Espíritu, es espíritu». Y la vida nueva es vida «espiritual»; «la carne y la sangre no pueden poseer el reino de Dios» (1 Cor 15,50). La «carne», el hombre está limitado a sus fuerzas naturales; pero este «na­cimiento» es de tipo superior, nacimiento del Espíritu, que constituye a los hombres en «hijos de Dios» (]n 1,12), por lo que «nacen de Dios» (Jn 1,13). En las Escrituras, se anunciaba la necesidad de experimentar un cambio moral, que era una «regeneración» espiritual (Ez 11,20). nacer del Espíritu. En el N.T. aparecen expresiones equivalentes al llamar al bautizado «nueva criatura» (Gál 6,15; 2 Cor 5,17). El bautismo cristiano es un verdadero rito «en agua», en el que hay una acción inmersiva «en el Espíritu San­to. San Pablo dice que Cristo nos salvó «mediante el baño de la regeneración y renovación en el Espíritu Santo» (Tit 3,5; Ef 5,26; cf. Mt 28,19). Nadie sabe de dónde viene y a dónde va el Espíritu de Dios, pero se ve vibrar en las almas. Así es el que nace del Espíritu (Jn 3,8).

San Juan destacará la experiencia de esta nueva vida en su evangelio (Jn 7,17). E1 salmista oraba así: «Crea en mí, ¡oh Dios!, un corazón puro, renueva, dentro de mí, un espíritu recto... (Sal 51,12.13).

Jesucristo propone regenerarse, por la efusión del Espíritu, en el amor a Dios y en el amor decidido al prójimo y renunciar a tantos egoísmos y ambiciones, y a tantas injusticias y opresiones. San Pablo aconseja: despojaos del hombre viejo que se corrompe según los deseos depravados; y revestíos del hombre nuevo, el creado, según Dios, en justicia y santidad verdadera (Ef 4,22-24).