Admoniciones

El Sacristán Guipuzcoanano

Autor: Camilo Valverde Mudarra 

 

 

Cuentan que la reina Isabel II, cuando oía largos y pesados discursos de sus ministros, políticos, generales y otros palatinos, se acordaba con nostal­gia del sacristán de Mendaro (Guipúz­coa), por la ligereza con que dotaba su estilo "resumi­do, escueto y esquemático".

En efecto, en 1845 doña Isabel llegó con su séquito a Mendaro. Los vecinos del pueblo acordaron ofrecerle ricos pasteles de los famosos que allí se ela­boran. Como ningún mendarense se atrevía a presentárselos, se encargó de tan delicada misión el sacristán, algo más impuesto que los demás feligreses en la fabla castellana. Éste fue su breve y elocuente discurso: "Reina, Mendaro mejor no tiene. Bizcochos come, pues. Piénsate que con corazón damos". Hábil discurso, como decía Gracián, "lo bueno, si breve, dos veces bueno".

            No se le puede pedir más a aquel que da lo mejor que tiene. Por eso, Yahvé no pidió nada más a la Virgen María, pues, en cuanto entendió el mensaje del ángel Gabriel, sin dilación alguna, se dio a sí misma, se entregó a la voluntad de Dios y se proclamó su esclava: Hágase en mí tu palabra. He aquí la esclava del Señor (Lc 1,38). A María Magdalena que se entrega enteramente al discipulado, que solícita lo busca en la sepultura con preocupación y llanto: "Mujer, ¿por qué lloras?" (Jn 20,15) y nombrada Apóstol de los Apóstoles, cumple inmediatamente su misión: "Ve a mis hermanos y diles que subo al Padre mío y vuestro" (Jn 20,17)

         Pero, Jesucristo exige mucho más a quien no da lo que debe. Al joven rico, que busca la perfección, le pide la entrega total: Ve y vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y ven y sígueme (Lc 18,22). Y no supo dar y darse. Perdió su oportunidad y entristecido, se marchó.

         Hay que dar sin reservas "con corazón damos". Dad y se os dará, pedid y recibiréis (Lc 6,38; 11,9). Mi paz os doy, mi paz os dejo (Jn 14,27). Demos la paz, impartamos el amor a raudales.