Admoniciones

Mi paz os doy

Autor: Camilo Valverde Mudarra   

 

 

 

 Si permanecéis en mí, conoceréis la verdad y la verdad os hará libres (Jn 8,32)

 

 

Jesucristo es la verdad, la libertad y la paz "La paz os dejo" (Jn 14,27). Nos da, con amor, su paz, shalom, entre los judíos, abarca todos los bienes y es sinónimo de felicidad; y nos deja la paz, no la paz mundana y vacía. La paz verdadera era una promesa mesiánica (Ez 37,26; Is 9,6). La libertad y felicidad auténticas están en Él y, quienes crean en Jesús, las tendrán seguras por la fe.

Bienaventurados los pacíficos, los pacificadores, los que activamente aman, buscan y se comprometen con la paz; de ahí que la mejor versión sea aquella de “los que trabajan porque se implante la paz en el mundo, ellos serán llamados hijos de Dios”. Son hombres como S. Pablo, S. Francisco de Asís, S. Juan de Dios, Martin Luther, M. Gandhi, Teresa de Calcuta y tantos otros que callada y silenciosamente dedican todas las fuerzas de su vida a la oración y a extirpar del corazón humano el odio y la violencia para que reine la paz en este mundo. 

En esta séptima bienaventuranza, no se beatifica a los pacíficos estáticos, o a los de temperamento pacífico y de natural  tranquilo, sino a los dinámicos en el ejercicio de esta virtud: los hacedores de paz (eirhnopaoi). Son los constructores de la paz, los que, por amor a Cristo, por una virtud efectiva, se dedican a edificar la paz. La realización de la paz en la vida del cristiano tiene un aspecto interno que consiste en el comportamiento personal de la voluntad de vivir en paz con los demás y para los demás. “La paz os dejo, mi paz os doy; no como el mundo la da, os la doy yo” (Jn 14,27). Y así aconseja el Apóstol: “Corresponded a sus desvelos con amor siempre creciente. Vivid en paz entre vosotros” (1Tes 5,13). “Alegraos, buscad la perfección, consolaos, vivid en paz, y el Dios de la caridad y de la paz estará con vosotros” (2Cor 13, 11). “En cuanto de vosotros depende haced todo lo posible para vivir en paz con todos” (Rom 12,18). El cristiano ha de promover la paz a imitación de la obra sustancial de Cristo en la búsqueda constante de la virtud y la perfección; “para que seáis hijos de vuestro Padre Celestial… Vosotros sed perfectos, como vuestro Padre Celestial es perfecto” (Mt 5, 54.48); y en Santiago 3,18: “El fruto de la justicia se siembra en la paz, para los que obran la paz”. S. Pablo afirma: “porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús… sois herederos según la promesa” (Gál 3, 26.29).

El contenido de la bienaventuranza incluye a todo el que busca, difunde y trabaja por la paz; abarca a todos, la misma estructura en que está redactada lleva a una formulación universal e impersonal.