Admoniciones

El agua viva

Autor: Camilo Valverde Mudarra   

 

 

 

Llega la hora y es esta, en que se adorará  al Padre en espíritu y en verdad (Jn 4, 19).

 

 

Era ya cerca del mediodía. Jesús de paso por Samaría, llegó al pueblo de Sicar -la antigua Siquen-. Viene una mujer a sacar agua y se entabla así la conversación de importante sentido teológico (Jn 4, 7-15). Jesús se acerca y le pide agua. Aunque Jesús no ha venido a pedir sino a dar. El don que le propone es fuente inagotable que mana en el alma. El que tenga sed, que venga a mí y beba, de lo más profundo de todo aquel, que crea en mí, brotarán ríos de agua viva (Jn 7,37-38). El agua es Cristo mismo. Es el agua de la revelación, su doctrina. El que no nace de agua y de Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios (Jn 3,5.15); "río de agua" que brota de las entrańas de cuantos crean en Él; recuerda la efusión del Espíritu en los tiempos mesiánicos (Is 44,3; Ez 36,25; 47,1-12; Jl 35, 18).

La mujer presiente y prorrumpe en la súplica: Seńor, dame ese agua. Pues, el que viene a mí, no tendrá sed jamás (Jn 6, 35). La misma imagen refleja el Apocalipsis en 22,17; 7,17. Cristo es el dispensador del don del Espíritu. La samaritana es un prototipo que simboliza y encarna al pueblo de Samaría; los cinco dioses (2 Re17,29-33), importados por los conquistadores asirios, personifican los cinco maridos que había tenido. Y el sexto representa el culto ilegítimo y herético, que, a la sazón, daban a Yahvé, al no centrarse en Jerusalén. Estamos, pues, ante un adulterio cultual y religioso. Ante el templo cismático, se plantea la legitimidad del lugar en que dar culto, hay que adorar al Padre en espíritu y en verdad (Jn 4,19). Llega el tiempo nuevo, la salvación viene con Él, presente en el “ahora”. Él mismo es el templo vivo de la verdad. El Espíritu impulsará el culto nuevo del tiempo mesiánico que va a sustituir el frío ritualismo externo. A Dios se le ama y adora en Jesucristo, en la verdad del corazón entregado a Dios y a los hermanos. El Espíritu de la verdad es el Espíritu de Jesús (Jn 14,17; 15,26). Significa adorar al Padre a través de Jesucristo que es el camino y la verdad, bajo la acción de Espíritu de la verdad y del amor. Es sumergirse en el misterio de la Trinidad Santa. Esta es la hora mesiánica que Él inaugura. Llega la hora de la salvación, de la fe en Cristo (Jn 5,24; Jn 3,18).

 Jesús se define Él mismo: Soy yo, el que habla contigo. Se proclama el Mesías abiertamente y a una mujer y samaritana y de mala conducta, hereje y denigrada. Aquella samaritana, al oír la verdad, se convierte en "discípula" de Cristo; y, una vez instruida, recibe su vocación de apóstol y comienza su apostolado al anunciar a Cristo a los samaritanos (cf Jn 4,39-42). La mujer, junto a  Cristo, encuentra su propio ser y descubre la verdad. Esa verdad la libera, la reintegra socialmente y la dignifica.