Admoniciones

Te buscábamos

Autor: Camilo Valverde Mudarra   

 

 

"Hijo, ¿por qué has hecho esto? He aquí que tu padre

 y yo te buscábamos angustiados" Lc 2,41

 

­Sus padres subían cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua (Lc 2,41-52). Cuando tuvo doce años, subieron, como era costumbre, y pasados los días, al re­gresar ellos, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin conocimiento ni permiso de sus padres que no se dieran cuenta. Lo bus­caron angustiados y, al encontrarlo, le reprendieron su falta.

Los padres no pueden hacer dejación de su función educadora El seno familiar es la primera instancia de la educación. Los padres han de encauzar, corregir y doblegar los desvíos. El niño no puede quedar a sus instintos por la dejadez, la falsa compasión y los afanes económicos. Luego y en segundo orden, vendrá la escuela. Los adultos son el reflejo de lo que se ha mamado en la niñez. En la casa ha de reinar un ambiente de amor, de solidaridad respeto y cortesía, en la renuncia y el sacrificio; estar presentes en las necesidades afectivas del hijo, huir de las vacías amistades, diversiones y demás distorsiones que traen soledades al niño. Y educar continuamente con el ejemplo. Las palabras vuelan, los ejemplos arrastran.

Rehicieron de nuevo el camino descorazonados. Para María se abre ya la vía del sufrimiento, que culminará en el Calvario. Aquí ha comenzado su dolor, y una espada atravesará tu alma (Lc 2,35), le dice Simeón, justo y piadoso, añadiendo, este niño está destinado a ser caída y resurgimiento de muchos en Israel; será signo de contradicción, el mundo tendrá que decidir estar  con El o contra E1 (Lc 2,34). Con la respuesta que Jesús da a José y María, incomprendida por eloas, quiere poner de relieve su origen divino y su deber de entregarse al cumplimiento de su misión libre de toda atadura humana.

Y “María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2,19); porque estaba en constante escucha de la voluntad de Dios. Dos veces aparece citada esta frase en sendas perícopas (Lc 2,19.51b). No sólo las “conservaba”, sino que “confrontaba los hechos de Jesús, los comparaba para valorarlos y, así, descubrir el decurso histórico que esperaba a su Hijo. Ella miraba y remiraba al niño en sus juegos, escrutaba cada uno de sus gestos y meditaba sus palabras; abriendo el cofre de su corazón, las iba depositando para rumiarlas poco a poco.