Admoniciones

Transido

Autor: Camilo Valverde Mudarra 

 

 

Buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá (Mt 7,7).


Son muchos los que buscan a Dios. Muchos los que cargados de miserias e injusticias quisieran sentir la presencia de Dios. Muchos que, sin fe, lo aman en silencio y, aun no queriéndolo, lo buscan afligidos, y, sufriendo, lo sienten muy cercano: Mi alma te habla y te busca (Sal 27,8); buscad primero el Reino...(Lc 12,31). 

Busqué a Yahvé y él me oyó (Sal 34,4). A Dios se oye si se tiene la disposición de escucha: si oyeres atentamente la voz de Yahvé (Ex, 15,26), porque, en todas las criaturas y hasta los confines del mundo, resuenan sus palabras: por toda la tierra corre su voz, (Sal. 19,4-5). Hay que abrir el alma y querer oír: "vino a los suyos y los suyos no lo recibieron". Se le oye, lejos de la materialidad, fuera del entorno de las cosas terrenas; su encuentro exige el desprendimiento de la cotidianidad, el desembarazo de las ataduras mundanas, para entrar en el silencio del alma y desde allí oír su voz y retenerlo. "La Palabra está muy cerca de tí, está en tu boca, en tu corazón, para que la pongas en práctica" (Dt 30,14). 

El Verbo de Dios es Cristo que es vida, y la vida es la luz de los hombres (Jn 1,4ss). Dios habló a Moisés y a Abraham; habla a los hombres y se revela a sí mismo por su Palabra, que es Jesús, cuya misión esencial fue la de hablar y revelar lo concerniente al Padre. El Evangelio es la narración de su obra y de sus palabras. Habló de Dios (Jn 3,34; 8, 27) y de sí mismo: Yo soy (Jn 4,26; 9,37); de la vida eterna (Jn 6,63.68) y de liberación (Jn 8,32). Habló de bondad, de misericordia y de amor (Mt 5,1-12; Jn 15,9-17. Habló con la mujer sin trabas culturales: con respeto, a la samaritana; con perdón y compasión, a la adultera; con emoción, a la viuda de Naím; con admiración a la cananea. Acogió y dignificó a la mujer como discípulay apóstol (Lc 8,1-3; Jn 20,1ss). Su palabra es eterna y de salvación: di una palabra y mi alma quedará sana... (Mt 8,8; 24,35). La palabra requiere la escucha y la fe para obtener la vida eterna y no ver la muerte (Jn 5,24). 

No se oye jamás la voz de Dios si no se cree en Jesús (Jn 5,38); y nadie va al Padre, sino a través del Hijo. En la unión y en el éxtasis de su amor, está la vida eterna; Jesús llama al hombre para entrar en su amistad: ¡Es la voz de mi amado! He aquí que ya llega, déjame oír tu voz, pues tu voz es dulce y es la voz de mí amado que llama: Ábreme (Cnt. 2.8.14; 5.2) La cuestión es abrirle la puerta, tras buscar y llamar a Jesús: si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a su casa (Ap 3.20).