Que un enfermo, nunca se encuentre solo

Autor: Elena Baeza Villena

 

 

Lo que los hombres consideran, con mirada sólo humana, como un gran mal, con ojos de buenos cristianos puede ser un gran bien. En los momentos difíciles podemos encontrar con la ayuda de la gracia, que esa situación de debilidad es un gran camino para una sincera humildad, al sentirnos necesitados y en especial dependencia de Dios. La gran prueba de amor que podemos dar es aceptar la enfermedad. La enfermedad no es un obstáculo para practicar la fe, sino un estímulo para sentirnos queridos por Dios. En el Evangelio vemos en muchos pasajes como Jesús se enternece siempre del enfermo y los cura de sus enfermedades. Por eso, los cristianos tenemos que ser testigos de la ternura de Dios y demostrarlo de manera muy especial con los enfermos, que son los más pobres entre los pobres. Es tarea urgente imprimir un rostro más humano en la asistencia y cuidado de los enfermos. Dedicación generosa, encuentro caluroso, delicadeza tierna, presencia humilde y gratuita.

Yo he tenido varias experiencias de atender y cuidar a familiares enfermos, sobre todo con mi madre fueron diez años imposibilitada, por lo que dependía enteramente de mi ayuda. Durante ese tiempo descubrí lo importante y lo gratificante que es cuidar a un enfermo. Lo más bonito es ver la alegría de un enfermo que no esté solo.