Hijo único

Autor: Elena Baeza Villena 

 

 

El tamaño de las familias se ha venido encogiendo en todo el mundo
especialmente en los países más ricos. ¡Son los ricos los que tienen menos
hijos que los pobres! Las estadísticas cantan.
Esta decisión es un compromiso a medias entre las aspiraciones individuales
del padre y la madre y el sueño de construir una familia. Un solo hijo no es
el ideal, pero resuelve la incompatibilidad. He oído a muchos matrimonios
comentar que estaban en la duda en si comprar el coche este año o encargar
al segundo niño. Y seamos claros y no hipócritas, la mayoría de parejas que
se casan no quieren hijos; o tal vez uno y no más, y que no me vengan con la
excusa de que no pueden. Tener hijos significa, ser responsables, renunciar
a muchas cosas, sufrir y hoy no se quiere sufrir, olvidarse de sí mismo.
A los "hijos únicos" se les acusa de egoístas, mimados e irresponsables. Hoy
día se les culpa del incremento de la delincuencia juvenil y del
materialismo rampante. Los profesores se quejan de lo difícil que les
resulta obedecer y dejar los caprichos.
Los padres de "hijos únicos" se gastan más en caprichos del niño, que los
padres que tienen varios hijos y sin embargo privan a ese niño de la
convivencia de vivir en el seno de una gran familia, que es la mayor
felicidad que pueden darles.
A menudo "el hijo único" provoca tensiones y sentimientos de culpabilidad
entre los padres. El resultado es que se preocupan mucho más que otras
familias de la adaptación social y emocional de su hijo.
Les hablo desde mi experiencia de yo ser también "hija única", y luego
haberme convertido en madre de cinco hijos.
Es muy diferente cuando hay varios hermanos, entre todos comparten lo bueno
y lo malo, la experiencia me dice que es diferente, incluso para los padres,
nos sentimos más acogidos, más alegres. ¡Es tan distinta la vida de una
familia numerosa a la familia compuesta por un solo hijo...!
¿Se nos ha olvidado cuando Dios creó al primer hombre y dijo: "Creced y
multiplicaos" y "llenad la tierra"?