Jornada Mundial de las Migraciones

Autor: Elena Baeza Villena

 

 

A diario siguen llegando a nuestro país numerosas personas sin los requisitos que les garanticen un trabajo y una vivienda dignos y un futuro de esperanza. Las delegaciones diocesanas de migraciones, Caritas, parroquias y servicios de la Vida Consagrada, están realizando una labor impagable de acogida, acompañamiento y asistencia a los inmigrantes y a sus familias.

Recordemos que la familia de Nazaret también vivió la dolorosa condición de tantos inmigrantes, en las que reconocemos en particular las grandes dificultades, los malos momentos, humillaciones,…que sufren. No podemos ver a estas personas, solo desde el punto de vista en el bienestar que nos puedan aportar con su ayuda y trabajo, como si fueran máquinas, si no desde el respeto de la dignidad humana y el reconocimiento de los valores de la sociedad que los aloja. Hacer que tengan una justa integración de las familias en los sistemas sociales y económicos.

Los hay que vienen solos para empezar, hasta que pueden repatriar a su familia, otros se dedican a trabajar y ayudarles desde aquí con su aportación económica y algún día volverse a su patria. Normalmente siempre de una u otra forma son familias las que sufren esta situación. Por eso, debemos abrirles las puertas y acogerlos como hermanos, respetando sus creencias, al igual que a nosotros nos gusta que nos respeten. Ver también en el emigrante la persona que trae y aporta una riqueza y una cultura diferente.

De lo contrario las mujeres se ven en circunstancias de llegar a la situación de vender sus cuerpos y a los niños ponerlos a trabajar en lugar de acudir a la escuela para su formación. En definitiva mantener una disponibilidad activa de participación para construir juntos una comunidad integrada, que sea casa común de todos, como ha dicho el Papa en su Mensaje de esta Jornada.