Don Antonio Dorado, se despide, pero se queda

Autor: Elena Baeza Villena 

 

 

A pesar de que la mañana amaneció con un intenso frío, -no propio de nuestra capital- era la hora de reunirnos para asistir a la Eucaristía de Acción de gracias por los años que hemos tenido la suerte de tener a Don Antonio como Obispo de esta diócesis. Y los malagueños allí estaban presentes, se dice que unas 2500 personas.

Era la hora de darle las gracias, por su entrega como pastor de este rebaño que nos deja a todos confortados y con gran gozo, por la herencia que nos ha dejado, su gran desvelo siempre por los más necesitados, -enfermos, ancianos, pobres…-. Su agenda siempre estaba repleta, porque a nadie decía que no.

Personalmente tengo la experiencia de que siempre que he acudido a él, he tenido respuesta afirmativa, jamás dejó de contestarme y en la ocasión más triste, rápidamente se puso en contacto conmigo y mi familia para darnos consuelo. ¡Jamás lo olvidaré!

Alguna vez le oí decir que los sacerdotes son como las madres, que siempre deben estar disponibles y por eso sé que Don Antonio se queda para siempre con nosotros.