“En la fiesta del trabajo”

Autor: Elena Baeza Villena 

 

 

Está cayendo la tarde y está pasando el “día de la fiesta del trabajo”, a media mañana salí a dar un paseo, tenía la impresión de encontrarme las calles vacías y desoladas. Pero no fue así; según iba caminando me encontraba con padres jóvenes e hijos con sus bicis, otros más pequeñines en sus cochecitos, también abuelos que acompañaban a sus hijos y nietos y como nó, pandillas de juventud que disfrutaban del buen día que hoy nos ha regalado el Señor. El sol, la brisa y toda la gente que me iba encontrando parecía que te comunicaba lo que estábamos celebrando. Se preguntarán los lectores: ¿Qué celebran? Pues, el descanso merecido de un trabajo bien hecho durante todo el año.

El trabajo, desde el principio, es para el hombre un mandato, una exigencia de su condición de criatura y expresión de su dignidad. Durante mucho tiempo se despreció el trabajo material como medio de ganarse la vida, considerándolo como algo sin valor o envilecedor. A veces observamos cómo la sociedad materialista divide a los hombres “por lo que ganan”. Aunque no siempre es así, hay quién reconoce que el trabajo es un don de Dios, y que no tiene ningún sentido dividir a los hombres en diversas categorías según sus tipos de trabajo.

Todo trabajo, es testimonio de la dignidad del hombre, de su dominio sobre la creación y, ocasión de desarrollo de su propia personalidad. Cualquier trabajo noble puede llegar a ser tarea que perfecciona a quien lo realiza. El trabajo bien hecho es el que se lleva a cabo con amor. Debemos poner el corazón en lo que tenemos entre manos y no hacerlo “porque no hay más remedio”. Ese trabajo, evidentemente, no dignifica.

El hombre siempre se ha esforzado con su trabajo y su ingenio por desarrollar más su vida; hoy día, sobre todo gracias a la ciencia y a la técnica, ha ampliado y continuamente amplía su dominio sobre casi toda la naturaleza y, principalmente con ayuda del aumento de medios de intercambio entre las naciones. En efecto, los hombres y mujeres que, mientras se ganan el sustento para ellos y sus familias, ejercen su actividad de tal modo que sirvan a la sociedad, pueden pensar con razón que ellos, con su trabajo, desarrollan la obra del Creador, velan por el bien de sus hermanos y contribuyen con su diligencia personal al cumplimiento del designio divino de la Historia.

Así que todos, los que durante el año han trabajado poniendo toda su responsabilidad y amor, bien merecido se han tenido este día de descanso.

“Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien” (Salmo 127,1-2)