“La clase de religión católica , es un don de Dios”

Autor: Elena Baeza Villena 

 

 

Uno de los campos en los que la familia es insustituible es ciertamente el de la educación religiosa, gracias a la cual la familia crece como “iglesia doméstica”.

Las familias y más concretamente los padres, tienen la libre facultad de escoger para sus hijos un determinado modelo de educación religiosa y moral de acuerdo con sus propias convicciones. Pero, incluso cuando confían estos cometidos a instituciones eclesiásticas o a escuelas dirigidas por personal religioso, es necesario que su presencia educativa siga siendo constante y activa.

Es el Evangelio del amor la fuente inagotable de todo lo que nutre a la familia como “comunión de personas”. En el amor encuentra ayuda y significado definitivo todo el proceso educativo, como fruto maduro de la recíproca entrega de los padres. A través de los esfuerzos, sufrimientos y desilusiones, que acompañan la educación de la persona. El amor no deja de estar sometido a un continuo examen de la persona. Para superar esta prueba espiritual que se encuentra sólo en Aquel que “amó hasta el extremo” (Jn 13 13,1).

De este modo, la educación se sitúa plenamente en el horizonte de la “civilización del amor”.