El ejemplo de los mártires

Autor: Elena Baeza Villena 

 

 

Estos son los mártires de todos, porque esos 498 mártires, eran personas que, además de sacerdotes, religiosos o religiosas, habían dedicado su vida a ayudar a los demás desde la enseñanza, cuidando enfermos y arrimando el hombro allí donde alguien necesitaba ayuda o una mano amiga, sin hacer distinciones por razones de credo, de ideología o de cualquier otro tipo, fueron asesinadas solo por negarse a renegar de su fe. Esos 498 mártires, antes de morir, fueron torturados salvajemente como el caso de José Trilla, Hermano de La Salle que a sus 28 años fue torturado y finalmente echado a los cerdos. Algunos como Jaime Mases de 42 años y también Hermano de La Salle, fueron quemados vivos; a otros como al religioso Pedro Massó de 39 años, les reventaron el cráneo a golpes para quemarlos después. A Antonio Tost, también Hermano de La Salle de 21 años, le amputaron los genitales y dejaron que se desangrara para, finalmente, ni siquiera concederle un tiro de gracia y rematarlo a perdigonazos. Antonia Lizárraga, Carmelita de la Caridad, fue aserrada viva y sus restos echados a los cerdos. En las checas cántabras muchos, después de ser torturados brutalmente, terminaban con las manos atadas a la cintura, con una piedra colgada del cuello y siendo arrojados al mar. Al Dominico Juan Duarte, malagueño de 24 años, le aplicaron corrientes en el cuerpo, lo cosieron con agujas, rociaron su cuerpo con gasolina y le prendieron fuego; después sus asesinos siguieron varios días disparando al cadáver. Y así hasta 498 personas, cuyo único delito fue negarse a renegar de su fe.

Estos mártires son los que con su ejemplo nos enseñan fidelidad a la fe de Jesucristo y, teniendo en cuenta que murieron perdonando.