Vida coherente de un cristiano

Autor: Elena Baeza Villena

 

 

Los cristianos, viviendo plenamente el Evangelio estamos llamados a manifestar esa dignidad, también con el modo de estar entre los hombres. ¿Quién no agradece muestras sinceras de amabilidad, de cortesía o de respeto? El tono humano forma parte de la misión apostólica, ya que no hay caridad sin respeto.

Cristo aprecia mucho los detalles que ayudan a configurar un ambiente más humano. Lo podemos advertir en el pasaje de (Lucas 7,36), cuando en casa de Simón el fariseo, una mujer expresó sus manifestaciones de cariño con el Maestro, mientras el anfitrión pareció olvidar las muestras de hospitalidad habituales en aquel tiempo y lugar. Jesús con cierta solemnidad le dijo a Simón “tengo que decirte una cosa”. Sabemos que una serie de gestos y costumbres brillaron por su ausencia. Nuestro Señor transformaba el entorno con su presencia. También los hijos de Dios hemos de llevar con nuestro propio ambiente, el “buen olor de Cristo”. La naturalidad en el hombre, está precedida por el aprendizaje. La formación da esa sencillez que brota de la Unidad de vida y del afán apostólico.

La santidad de la Iglesia se refleja en la vida coherente de los cristianos a través de las virtudes, de las grandes y también de las pequeñas manifestaciones. Cuántas personas, antes de entrar en contacto con el Evangelio, o de experimentar la maravilla de vivir con Cristo, se forman una primera idea de la Iglesia por el testimonio externo de los cristianos que conocen. La categoría humana de éstos se convierte en camino para atraer a hombres y mujeres hacía la verdad que salva.

Cuando algunas sociedades olvidan o vuelven sus espaldas a Dios, gana terreno el descuido, la vulgaridad y la dejadez. Ahora, como en tiempos de los primeros cristianos, cierto nivel humano de personas de todas las condiciones sociales siguen siendo luz, anzuelo que brilla en medio de aguas revueltas. Dar a la convivencia un tono sencillo, limpio y amable, manifiesta positivamente la presencia del cristiano en el mundo.

Llevar el propio ambiente es un buen servicio a la humanidad, porque amamos nuestro mundo queremos contribuir a mejorarlo.Es necesario aprender a orientarnos y conjugar lo permanente. No se trata de no reaccionar ante los cambios con desconfianza, sino de organizarlos, de asimilarlos con inteligencia, descubriendo lo positivo. Son las modas las que deben adaptarse al hombre y a su dignidad, no al revés. Esta valoración permite elegir bien, que es precisamente la raíz de la elegancia.

Una expresión esencial de verdadera humanidad es el pudor, y también la modestia y la sencillez. Hacer publica la intimidad corporal o personal es tanto como renunciar a ella. Al abandonar la custodia de la intimidad se trivializa el misterio que esconde la persona, se ofrece a la curiosidad de los demás. También la discreción al hablar manifiesta una sensibilidad madura, que sabe reservar la propia intimidad espiritual y no la comparte con cualquiera.

Es en los hogares donde se combaten las grandes batallas que luego repercuten en la sociedad.