Un diagnóstico urgente

Autor: Juan Antonio Ruiz 

Fuente: Buenas Noticias

 

 

10 de enero de 2005, el doctor entró en la sala abarrotada de gente venida de todo el perímetro del planeta; ciento setenta y cuatro nacionalidades, para ser exactos. Todos sabían que el paciente estaba muy enfermo. Por ello, el cirujano se limitó a relatar la situación y a determinar las posibles curaciones.

Muchas tragedias han llenado de dolor a nuestro enfermo este año -comenzó-: el Tsunami del pasado 26 de diciembre en el Sudeste Asiático, así como los huracanes del Océano Índico y la plaga de langostas de África; el feroz atentado en Madrid; las manifestaciones de terrorismo en Irak y otros Estados del mundo; la masacre en Beslan; las violencias inhumanas sobre la población de Darfur; las atrocidades perpetradas en la región de los Grandes Lagos en África. Para todo esto, hay una sola medicina: «No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien», dijo el médico, citando a San Pablo. 

Una vez expuesta la situación clínica, el doctor expuso los desafíos que se deben superar para sanar de todo al paciente. 

El primer desafío es la vida. «La vida es el primer don que Dios nos ha hecho y la primera riqueza de la que puede gozar el hombre». «En estos últimos años el desafío de la vida se está haciendo cada vez más amplio y crucial -afirmó el médico-. Se ha ido centrando particularmente en el inicio de la vida humana, cuando el hombre es más débil y debe ser protegido mejor».

El segundo desafío es el «del pan», que afecta a «centenares de millones de seres humanos» que «sufren gravemente desnutrición» y a «millones de niños» que cada año «mueren de hambre o por sus consecuencias». «Para responder a esta necesidad, que aumenta en magnitud y urgencia -explicó-, se requiere una vasta movilización moral de la opinión pública y, más aún, de los hombres responsables de la política, sobre todo en aquellos países que han alcanzado un nivel de vida satisfactorio y próspero».

«La paz» ocupa el tercer lugar en la lista de desafíos. «¡Cuántas guerras y conflictos armados (...) que de un extremo al otro del globo causan innumerables víctimas inocentes y son origen de otros muchos males!», afirmó con pesar. Luego refirió: «Para construir una paz verdadera y duradera en nuestro planeta ensangrentado, es necesaria una fuerza de paz que no retroceda ante ninguna dificultad. Es una fuerza que el hombre por sí solo no consigue alcanzar ni conservar: es un don de Dios».

«Libertad religiosa» fue el concepto clave del último desafío, pues con ella «se desarrolla y florece también cualquier otra libertad, porque la libertad es un bien indivisible y prerrogativa de la misma persona humana y de su dignidad».

Terminado su diagnóstico, Juan Pablo II, este médico de la humanidad, recibió los saludos de los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede. Al final, mientras salía de la sala, pidió a Dios que sus súplicas y sugerencias fueran escuchadas.