Amigos para la eternidad

Autor: Juan Carlos Mari

Fuente: Buenas Noticias  

 

 

        ¿Qué es un amigo? ¿Quién es un verdadero amigo? ¿Cuánto tiempo dura una amistad sincera? Se suele decir que las verdaderas amistades no acaban con la vida, son eternas.

        “Amigos para la eternidad” Una historia de dos chicos de 14 años: Tom con poliomielitis en las piernas, y James el atleta de la clase. Se hacen inseparables amigos. Lo que le faltaba a Tom de movilidad, lo tenía James; y lo que a James le faltaba de inteligencia lo tenía Tom. Tom ayuda a James a estudiar y superar los exámenes. Mientras que éste, con toda su musculatura lo llevaba en hombros a todas partes. Se hicieron uno solo.

Les fascinaba caminar en la nieve pero un día de paseo por la montaña resbalan por una pequeña pendiente. James queda inconciente; Tom no se puede mover debido a su enfermedad. A la mañana siguiente los rescatistas encuentran a los dos niños. James está vivo, pero herido. Tom está muerto. Al ver que su amigo se iba a congelar por el frío, le dio su abrigo y se acostó encima de él para calentarlo. Así los encontraron. James con lágrimas en los ojos cuenta a los padres de Tom la tragedia. Las últimas palabras del pequeño héroe fueron: ¡hasta la eternidad, amigo mío!

        Precisamente una verdadera amistad es para siempre, es para la eternidad. Cuando dos personas se conocen, se quieren y se aman, llegan a necesitarse uno al otro. Y cuando se ha dado lo mejor de uno, cuando se ha dado la sangre y la vida, esa amistad no puede ser sino eterna.

        “Ya no os llamo siervos, os llamo amigos” ¿Se pueden imaginar la cara de Pedro cuando Cristo dijo esto? ¿Se pueden imaginar la boca abierta del incrédulo Tomás? ¿O los ojos llorosos del fiel Juan? Sí, el Maestro, el mismo Mesías, el Hijo del Dios vivo, no llamaba siervos a unos simples pescadores de Galilea, les daba el nombre de amigos. Algo inaudito una locura si Él mismo no lo hubiera dicho: amigos, amigos para siempre.

        Cristo quiso precisamente quedarse en la Eucaristía para que lo encuentre el que lo busca, para escucharnos siempre que queramos hablarle, para concedernos todas las gracias y favores para nuestra salvación; es decir para ser un amigo cercano, un amigo verdadero.

        Que Cristo quiso quedarse para que lo encuentre el que lo busca, se puede constatar por hechos muy simples.

        Viaja a los cuatro puntos cardinales de este mundo, desde el Polo norte al sur, de las Islas Fiji a la Tierra de Fuego, desde la catedral de Nueva York hasta la capilla hecha de palmeras en el Congo, allí donde haya Hostias consagradas, allí está Cristo. No hay parroquia, por pobre que sea la iglesia, que no tenga a Jesús en el Santísimo Sacramento. En todos lados de la tierra, en todas las latitudes, en todos los hemisferios, norte y sur, este y oeste, Cristo está presente realmente, para que lo encuentre el que lo busca.

        Y no le importa la pobreza o la grandeza del lugar; no le importa el mármol de las catedrales o los cartones de las chabolas hechas capillas; ¡no le importa! Él está allí por que es amigo fiel. San Bernardo al ver la pobreza de ciertos Sagrarios decía a Nuestro Señor: “Oh Dios, esta pobreza no está de acuerdo con tu Majestad”, y oyó una voz que le decía: “Pero sí está de acuerdo con el gran amor que os tengo”. Supongamos que Nuestro Señor no estuviera presente sino en un solo templo al mundo, por ejemplo en la Catedral de San Pedro en Roma; imagínate la cantidad de personas que todos los días irían a visitarlo; ¡qué Sagrario tan bello se construiría! ¡Con qué respeto nos acercaríamos a adorarlo! Pues bien: Cristo está en todos los Sagrarios de la tierra, como amigo cercano, para que lo encuentre el que lo busca.

Cristo en la Eucaristía recibe a todo el que quiera hablarle.

 Imagínate que un día se te ocurre que quieres hablar con el Secretario de la Naciones Unidas, por que quieres quejarte de la situación en Irak, y necesitas decírselo cara a cara. ¿Puedes imaginar la cantidad de dificultades que tendrías que pasar para poder hablar con él? ¿La cantidad de papeles, de entrevistas etc.? No se puede hablar con grandes personalidades si no es por terceras personas. Pues con Cristo no pasa así. Podemos ir cuando queremos hablarle. No tiene horarios, no necesitas apartar citas, ni hacer filas. No necesitas esperar ni un segundo, ni hacer antesalas. Jamás en el Sagrario Jesús nos va a decir: “Ya no es hora de atención al público: ¡venga después!”. Él recibe a todo el que quiera hablarle.

Todo esto es por que Cristo se comprometió hace dos mil años a ser nuestro amigo, nuestro compañero cercano, nuestro sostén seguro en medio de este valle de lágrimas. Debemos descubrir en la presencia real y cercana de la Eucaristía, al mismo Cristo que llamó amigos a Pedro, a Juan, a Mateo, y al mismo Judas. Acerquémonos a esta amigo que día y noche nos llama amigos.

Conozco una persona que expresa muy bien este pensamiento. Es un sacerdote de más de 80 años: “Mi experiencia personal ha sido esta: cuando todo me ha fallado, amistades ayuda de los hombres; cuando la persecución se ha asomado a mis puertas, entonces lo que me sostenía era la figura adorada y real de Cristo en el Sagrario. Y el día de mañana, cuando los hombres se olviden de nosotros, solamente una cruz y en ella Cristo, seguirá abrazando nuestra sepultura, como guardián eterno de una amistad comenzada en esta tierra”.

Al final de nuestra vida, cuando las bagatelas de este mundo hayan pasado, cuando el telón de nuestro tiempo se cierre y se abran las puertas de la eternidad, recordemos este pensamiento: Cristo seguirá siendo nuestro amigo, un amigo para la eternidad.