«No basta el dinero»

Autor:  Marco Antonio Batta, L.C.

Fuente: Buenas Noticias

 

 

Giovanni Mazzoli, o Johnny, como lo llaman sus amigos, es un chico de 22 años que estudia enología (las ciencia de los vinos) en la Universidad de Bolonia, Italia. Durante sus vacaciones viaja a Burkina Faso, un país de África occidental, para impulsar los proyectos humanitarios de una asociación fundada por él mismo: Amigos en el mundo ( www.amicinelmondo.org). 

Su labor no consiste en dar dinero o cosas, sino en darse a sí mismo. Se esfuerza por compartir con los habitantes de aquella región los conocimientos que está adquiriendo en la Universidad. Enseña a los campesinos a cultivar la tierra, de modo que dé mejores cosechas.

También, en febrero de 2006, construyó un pozo en Nedialpoun. Hicieron una perforación de 46 metros de profundidad y encontraron un manto acuífero que produce 2.500 litros de agua cada hora. El “oro azul” se saca con una bomba manual porque la electricidad es un lujo en aquellos lugares; no obstante, es un gran progreso.

Johnny explica que «dar dinero a los pobres, aun siendo laudable, no es suficiente». Hace falta entender los problemas de la gente para salir al paso con soluciones eficaces. Cuenta: «He visto muchos proyectos insensatos. Una vez, trajeron al pueblo cunas para los niños; pero el problema está en que, según los usos de estos lugares, los niños siempre duermen con sus mamás y las cunas nunca se utilizaron».

El problema más grave es la falta de educación. Los niños no van a la escuela y, al tener pocos conocimientos, les es más difícil llevar una vida digna: «En la escuela se enseña que no se debe beber agua de cualquier charco y que hay que lavarse con jabón. Así disminuye el riesgo de enfermedades como el tifo».

Además de Johnny, otros cuatro jóvenes llevan adelante la asociación Amigos en el mundo: dos varones, estudiantes de ingeniería electrónica y de enología, respectivamente; y dos mujeres, la primera, empleada de un banco, y la segunda, practicante en un despacho de abogados. Diversas ocupaciones, unificadas por un ideal común: ayudar a nuestros hermanos más necesitados, practicando la segunda obra de misericordia espiritual, es decir, enseñar al que no sabe.

Se alaba también el espíritu emprendedor. Johnny nos demuestra que, cuando se quiere de verdad ayudar a los demás, no hacen falta muchas palabras: basta ponerse a trabajar. Los pobres no sólo necesitan comida, sino también y sobre todo, educación. Así podrán procurarse ellos mismos todo lo necesario para llevar una vida digna, defendiendo sus derechos y librándose de perniciosas dependencias.

Sin duda, en comparación con las necesidades del mundo, es muy poco. Pero, no se debe olvidar que el hombre –un solo hombre– posee un valor infinito, pues ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Por tanto, desde este punto de vista, el esfuerzo de Johnny y de sus compañeros es una gran labor, digna de imitarse.

Con información de Avvenire, 3 de agosto de 2006.