Del mundo de la fama al mundo de la fe

Autor:  Jorge Enrique Mújica, L.C.

Fuente: Buenas Noticias

 

 

Empezó a trabajar a los 17 años, cantando en un grupo que se llamaba Kairo. Viajes, discos, videos, telenovelas en México… La fama fue subiendo y cumpliéndose sus “sueños”. Ya sin el grupo, siguió cantando como solista. En uno de sus viajes México-E.U. le conoció un director de casting de la Century Fox y lo contrató para grabar en Hollywood.

Con 28 años y jornadas de estudio de ocho horas al día, a los siete meses aprendió inglés. La maestra, para su sorpresa, resultó ser una católica convencida. Ella sembró en él la inquietud por buscar la verdadera felicidad. «Después de doce años de carrera, de lograr todos esos sueños que pensé me iban a dar la felicidad, de haber llegado de un pueblo chiquito a Hollywood, de hacer una película en inglés, de tener doce managers, publicistas, agentes, abogados, todo tipo de personas trabajando para mí para lanzar el próximo latin lover, Don Juan, casanova; y de pronto ¡confundido porque no era feliz!». 

Fue tan fuerte la acción de la gracia de Dios que estuvo a punto de meterse en un seminario. Pero el consejo del sacerdote le impulsó a otra misión: fundar una productora de cine. «Me fui a un retiro como cinco días y ahí fue donde salió la idea de armar Metanoia films, porque la palabra metanoia, conversión en griego, era lo que estaba pasando».

Pero no todo paró ahí. Con la productora lista, dispuesto a promocionar los valores, se empezaron a sentir las pruebas por la falta de dinero. En noviembre de 2004, invitado por el amigo sacerdote, fue a Roma. Saludó a Juan Pablo II y le presentó Metanoia films. Una semana después conoció a Sean, un católico que le compró parte de la compañía y le dio el dinero para hacer una película a favor de la vida. 

Como la temática lo exigía, antes de iniciar el rodaje decidió ir a una clínica de abortos para platicar con alguna chica. «Cuando llegué empecé a ver a estas chavas entrando; niñas de 15 a 23 años, en su mayoría latinas… ¡No pude ni hablar! Obviamente ni decirles “Fíjate que estoy haciendo una película, me gustaría saber el dolor que traes para…” ¡No pude! Se me cerraron los labios y lo único que hice fue observar la gente que estaba fuera tratando de convencerlas con sus panfletos, con todo lo que les estaban platicando».

Al final terminó hablando con una joven que le había reconocido. Se la llevó a otro sitio, y a platicar y platicar. Le enseñó un video pro vida, le regaló cosas, le habló de la belleza de ser portadora de una vida… Al final, la joven se subió al auto de su marido y no abortó.

Tras filmar la película, el esposo de la chica le habla y le pregunta si pueden llamar al niño “Eduardo”. Verástegui fue al hospital, llevó sacerdote y bautizaron al bebé. 

La idea del largometraje es salvar muchas vidas. Que cualquier chica embarazada que quiera abortar y vea la cinta, quede tocada en su corazón y cambie su decisión.

La historia de Eduardo Verástegui es una de esas conversiones que reclaman examen de conciencia y exigen revisión de la propia vida. No todos son famosos. Cada uno actúa desde el puesto que le toca. Ninguno es innecesario, porque en todo cuerpo tanto vale el corazón como el cerebro, la vista como el tacto. Todo depende del fruto que estemos dispuestos a engendrar.