La omnipotencia de la sonrisa

Autor: Juan Antonio Ruiz

Fuente: Buenas Noticias

 

 

Unas parejas preguntaron una vez a la Madre Teresa qué les aconsejaba ahora que estaban por comenzar su vida matrimonial. Ella les contestó con sencillez: «Sonríanse unos a otros».

¡Cuánta sabiduría en tan sencilla frase! Y efectivamente así es. ¡Cuánto puede hacer una sonrisa! Se puede llegar tan lejos. Recuerdo cierta canción de José Luis Perales: «Compraré con una sonrisa el llanto del niño, los pies descalzos que pisé…».

No sé si lo has experimentado alguna vez. Piensa un momento en tu día cotidiano y nota cuántas situaciones se te presentan para regalar sonrisas: cuando te dan el paso, cuando te dan los buenos días, cuando compras algo en una tienda, incluso cuando alguien te ofende; todo momento es una situación que se ofrece para sonreír, pues esa es la gran respuesta que podemos dar. 

Y hay que prodigar esta sonrisa a todos: al que vende la lotería en la plaza, al niño que grita después de meter un gol, a mi esposo o a mi esposa, a mis padres y a mis hijos, al que se acerca a pedir una limosna. No cabe duda que esa sonrisa es muchas veces el mejor don que puede brindarse. 

Hace poco alguien me comentaba algo que viene muy al caso. Me escribía que «parece que hoy nosotros dormimos en nuestros magníficos dormitorios sin recordar que, puerta por medio, hay un hermano que está en la calle y duerme, come y defeca en la calle; hay niños a los que no ayudamos y nos molesta verlos, pero nadie abre las puertas para ofrecerles, un abrigo, un pedazo de pan, o lo mejor de todo, una caricia». 

Efectivamente así es. Como esta persona, muchas veces nos hemos preguntado qué podemos hacer para mejorar nuestro mundo. A mí se me ocurre que empecemos por regalar sonrisas por doquier, acariciando el alma del que está a nuestro lado. Hoy más que nunca hay que lanzar el apostolado de la sonrisa. Así podemos refutar aquel famoso reproche que Nietzsche refería diciendo que los cristianos no tienen cara de resucitados. 

Sonríe. Grita al mundo entero tu alegría, esa alegría de poseer a Dios. Prodígala por todos lados y a todas las personas. Así podemos comenzar a cambiar este mundo que parece cada vez más triste y que anhela enormemente ser feliz. Sonríe, sonríe sin cesar.