El oro y la gloria

Autor:  Antonio Aldrette, L.C.

Fuente: Buenas Noticias

 

 

A sus escasos 9 años, Víctor –un niño de Caracas, Venezuela– acababa de perder a su madre después de una larga y dolorosa enfermedad. Lloró mucho y también rezó por ella: «Le pedí mucho a María –mi madre del cielo– que cuidara mucho de mi mamá ahora que se iba con ella. Pero lloré mucho».

En noviembre pasado, Víctor se encontraba ante uno de los mayores retos de su vida: el internacional “Torneo de la Amistad” en Querétaro, México. Allí la natación es uno de los deportes más exigentes desde el puno de vista de la resistencia. Víctor lo sabía y entrenó a conciencia. Quería dedicarle al menos una de las medallas a su madre recién fallecida. Habían sido meses duros de intensos entrenamientos y preparación física.

Después de dos días de competencias reñidas y agotadoras, Víctor no había podido conseguir todavía ninguna medalla. Cuándo llegó en 4° lugar en la última competencia individual supo que no habría ya posibilidad de dedicarle premio alguno a mamá, pues sólo quedaba la prueba de relevos en equipo y, por su edad, era imposible que lo escogieran para competir. Así se esfumaba su última oportunidad.

Sin embargo, en el deporte hay veces en que sale a relucir lo más granado de la humanidad que hay en los atletas, y allí se ensancha el espíritu. Como cuando después de una buena pulida al metal antiguo aparece, bajo el óxido y la pátina del tiempo, el esplendente oro.

El equipo venezolano –al que pertenece Víctor– había literalmente "arrasado" con los primeros puestos en todas las competencias. Sólo faltaba Víctor por ganar una medalla... Así que, considerando la ventaja de puntos y la eficacia de sus nadadores, el entrenador, de acuerdo con los relevistas, decidieron ceder un puesto para que «pudiera ganar al menos una medalla». Así lo aseguraron más tarde: «teníamos ventaja y con seguridad la plata sería nuestra».

La gente se sorprendió al ver salir a la plataforma a Víctor, que era de categoría inferior y no había registrado buenos tiempos para poder estar en los relevos. Algunos papás protestaron, otros tildaron de ingenuo al entrenador «por arriesgar de manera tan tonta el oro», pues con facilidad «el equipo rompería los récordes de medallas en natación». Sin embargo, ante el pleno acuerdo de los miembros del equipo, los jueces aceptaron.

Como era de esperar el equipo caribeño quedó en 2° lugar y se hubieron de conformar con la medalla de plata. Pero justo en el momento de la ceremonia de premiación, un integrante del equipo mexicano –que había obtenido el oro– preguntó intrigado por qué se habían arriesgado a no ganar.

Cuando supo que Víctor había perdido a su mamá, que a ella quería dedicarle una medalla y que el equipo entero había cedido un puesto para que pudiese tener al menos la de plata, él mismo se quitó la medalla de oro y emocionado se la colgó a Víctor diciéndole:«toma mi medalla, pues te la mereces más que yo». El público, ante este gesto de nobleza, estalló en un emotivo aplauso. Los dos atletas se fundieron en un abrazo y nos demostraron que a veces la “gloria” no depende del “oro” ganado.