El espíritu de las Bienaventuranzas

El sublime mensaje de un Rebelde

Autor: Ángel Gutiérrez Sanz

Sitio Web

 

 

El Sermón de la Montaña sirve de base para hacer una serie de reflexiones que nos acercan a los problemas acuciantes de nuestro tiempo e interpelan a los cristianos a una renovación de vida. Hablar de las Bienaventuranzas es tanto como hablar de la esencia o del espíritu cristiano. Bien pudieran representar la Carta Magna de los seguidores de Jesucristo. Bienaventuranza es un derivado del término latino que significa dicha, felicidad. Fácil es comprender que la felicidad ha sido siempre una cuestión de interés general, porque todos los hombres aspiramos a ella. En esto estaríamos todos de acuerdo. La diferencia surge a la hora de buscar los caminos que conducen a meta. Unos la buscarán por los caminos del mundo y otros la buscarán por los caminos del Reino. Estos caminos no son coincidentes; más aún, podríamos decir que son contrarios, tanto que los bienaventurados del Reino de los Cielos son los que el mundo considera malaventurados aquí en la tierra. Los elegidos de Dios son los despreciados por el mundo. Por eso el Sermón de la Montaña representa una gran revolución, la más grande revolución de toda la historia, que sigue siéndolo después de 2.000 años. Hoy día el mundo continua identificando felicidad con dinero, placer, poder, o cosas por el estilo. Jesús nos presenta una nueva forma de vida, que supone una crisis del sistema social. Él no se acomoda a las aspiraciones de las gentes de su tiempo, sobre todo de los poderosos, por eso se fue quedando solo. Los poderosos querían convertir a Dios en su prisionero y Jesús se lo impidió; de esta forma liberando a Dios es como hace libre al hombre. Se enfrenta y se rebela manifestando un nuevo estilo de vida, que es el que corresponde al Reino. El mensaje que nos transmite en el Sermón de la Montaña es el de un rebelde que rompe con las falsas expectativas del mundo, sustituyéndolas por otro tipo de esperanzas que liberan al hombre. Jesús fue un inconformista, un rebelde con causa, al que el P. Martín Descalzo deja reflejado en este bello poema: En aquel tiempo (como en todos los tiempos) los elefantes sagrados de los ricos dominaban el mundo, eran no sólo los más listos y los más guapos, sino hasta los más sanos y dignos de estar vivos. Por eso las azucenas corrían a florecer en sus jardines y el dios de los poderosos (el único que legalmente tenía derecho a existir) estaba inscrito en su partido y se dedicaba a prepararles los más hermosos sillones en el Cielo. Pero entonces vino el Rebelde y dijo: Bienaventurados los pobres. En aquel tiempo (como en todos los tiempos) mandaban los astutos, aquellos que fabricaban la mentira con más hermosos colores; los que vendían sus patrias a Roma; los que desplegaban mejores razones a la hora de sacar una espada. Pero entonces vino el Rebelde y dijo: Bienaventurados los mansos. En aquel tiempo (como en todos los tiempos) las lágrimas no tenían cotización en el mercado y la alegría era más importante que la verdad y una vida satisfecha era la misma sustancia del Cielo. Pero entonces vino el Rebelde y dijo: Bienaventurados los que lloran. En aquel tiempo (como en todos los tiempos) la palabra justicia hacía bonita en los discursos y sólo era delito cuando quien la usaba no era el Presidente y los pobres la esperaban como un antiguo pájaro que dicen que ha existido y que es bueno seguir esperando a condición de que no venga. Pero entonces vino el Rebelde y dijo: Bienaventurados los que siguen teniendo hambre de ella En aquel tiempo (como en todos los tiempos) el corazón era una fruta que seguramente debe servir para algo, amar era un juego que enseñaban a los hombres de niños, mas del que luego tenían rigurosa obligación de avergonzarse. Pero entonces vino el Rebelde y dijo: Bienaventurados los misericordiosos. En aquel tiempo (como en todos los tiempos) el prestigio de un hombre se medía por el número de conquistas amorosas (aunque no siempre era obligatorio que fueran del sexo contrario) y el que engañaba a mil valía más que mil y el dinero valía tanto como el número de zancadillas puestas para lograrlo. Pero entonces vino el Rebelde y dijo: Bienaventurados los limpios de corazón. En aquel tiempo (como en todos los tiempos) un hombre subido en el fusil era lo que se dice todo un hombre y los espadachines contaban con armas de primera y tenían más derechos a las flores y hasta eran mejores mozos y engendraban más hijos y tenían razón en todo. Pero entonces vino el Rebelde y dijo: Bienaventurados los pacíficos. En aquel tiempo (como en todos los tiempos) el orden era el summun y era necesario proteger a los que ya eran felices para que pudieran seguir siéndolo y los malos eran feos y tenían obligación de elegir entre la cárcel de la miseria y la otra. Pero entonces vino el Rebelde y dijo: Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia. Y cuando el Rebelde terminó de hablar se hizo un minuto (sólo un minuto) de silencio y los ricos, los astutos, los satisfechos, los demagogos, los odiadores, los sucios, los violentos y los custodios del orden se dispusieron a echar azúcar en las palabras del rebelde, mientras los pobres, los mansos, los que lloran, los hambrientos, los misericordiosos, los limpios, los pacíficos y los perseguidos, pensaron simplemente que el rebelde estaba loco. Las Bienaventuranzas que acabamos de recordar con este poema representan un programa de salvación para todos los hombres, religiosos o laicos. Es el camino que tienen que recorrer los que quieran ser seguidores de Jesucristo y todos estamos llamados a serlo. Las Bienaventuranzas no representan sólo un consuelo para los desdichados, no fueron pronunciadas para aliviar las penas de los desgraciados. No son unas mentiras piadosas para animar y mantener en pie a los miserables y hacerles más soportable su desgracia, sino que en ellas se esconde el secreto para que todos los hombres puedan encontrar la paz y la felicidad de espíritu que desesperadamente buscan; algo que el mundo materializado, ávido de placer y de dinero, no podrá nunca comprender. Los sabios de este mundo nos han hablado de falsas felicidades y libertades y no aciertan a comprender que la verdadera liberación del hombre se encuentra en el mensaje que encierran las Bienaventuranzas. Se equivocan quienes piensan que las Bienaventuranzas son las virtudes de los débiles y derrotados, de los alienados y los fracasados; muy por el contrario ellas son las virtudes de los valerosos y esforzados, capaces de dejarlo y soportarlo todo por Cristo, en donde se encuentra la auténtica liberación humana.