Algo se esconde detrás de la cultura de género

Autor: Ángel Gutiérrez Sanz

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No me gusta utilizar expresiones tales como violencia de género, parejas del mismo o diferente género, diferencias de género, que resultan tan habituales en el lenguaje coloquial. Trato de evitarlas intencionadamente porque detrás de la palabra género se esconde subretriciamente toda una revolución ideológica llamada a influir negativamente de forma determinante en la educación y en 
la cultura . Lo que se busca con la cultura del género es destruir la familia en su sentido tradicional, porque se cree que la familia esclaviza a la mujer. Los lobbys 
especialmente feministas y homosexuales tratan de influir en las generaciones jóvenes para que vaya desapareciendo la estructura bipolar de los dos sexos sobre la que están montadas la familia y la sociedad. La cultura del género 
propugna que las diferencias entre el hombre y la mujer no tienen su origen en la naturaleza, sino que son producto de la cultura de los hábitos o costumbres, por lo que ha de ser el individuo el que libremente debe decidir si quiere ser hombre o mujer. En tal sentido Simone de Beauvoir en su obra “El segundo sexo” llegó a afirmar que no se nace mujer sino que se llega a ser mujer, expresión que según me imagino llenará de satisfacción a todos los homosexuales del mundo. Llegaríamos así a la conclusión de que la heterosexualidad, la bisexualidad o la 
homosexualidad se eligen siendo todas ellas posturas igualmente dignas, todo dependerá de la opción personal de cada individuo. La diversidad de comportamientos, las distintas capacidades, las diferentes personalidades, son 
cuestiones de género, impuestas por el intervencionismo de la familia o la sociedad.

La influencia de esta ideología va en aumento, por lo que resulta urgente que desde todos los ámbitos de la educación se tengan en cuenta los peligros de esta 
ideología, que amenaza con arruinar la familia y poner en dificultades el normal desenvolvimiento social. 
Necesitamos un modelo educativo en el que al mismo tiempo que se defienda la igualdad social entre el hombre y la mujer se defienda también la propia identidad de cada cual, que les hace ser lo que realmente son: los hombres, 
hombres y las mujeres, mujeres.

Si queremos una familia y una sociedad integradas hay que educar en el convencimiento de que existe diversidad de sexos producida por diferentes componentes genéticos, que son los que en definitiva explican muchos comportamientos, actitudes, formas de pensar y de sentir diferenciados. 
Antes de que nadie les enseñe nada los niños y las niñas, ellos y ellas tienen su preferencia lúdicas, por ejemplo. 
Resulta oportuno traer aquí las palabras del escritor argentino Ernesto Sábato : “Habrá siempre un hombre tal, que aunque su casa se derrumbe estará preocupado por el universo y habrá siempre una mujer tal, que aunque su casa 
se derrumbe estará preocupada por su casa”.

Los estudios psicológicos, antropológicos, neurofisiológicos, apuntan en la dirección de que se nace hombre o mujer. Existen desigualdades biológicas, 
diferencias de musculatura, diferencias cerebrales. 
Recientemente se acaba de descubrir que el componente cerebral responsable de la estimulación erótica es más sensible en el hombre que en la mujer.

Hay que acabar sí con los estereotipos y prácticas discriminatorias, tanto en los ámbitos familiares como en los sociales, pero sin olvidarnos de que el hombre y la mujer tiene cada cual su propia identidad, lo que nos lleva a replantearnos la cuestión de la coeducación.

El gobierno federal de los Estados Unidos ha comenzado a valorar la conveniencia o no de la educación por separado de chicos y chicas. La coeducación como dogma pedagógico de los últimos años, ha dejado de serlo. Según las estadísticas, en los países anglosajones se obtienen mejores resultados académicos en los colegios de secundaria de chicos o de chicas por separado.

Sobre los colegios mixtos había unas expectativas que luego no se han cumplido. De ellos se esperaba una mayor integración de niños y niñas, un mejoramiento de la interrelación social, un natural desarrollo de la amistad; objetivos que no se han cumplido satisfactoriamente. Los primeros a abrir el debate sobre la coeducación han sido los países que en su día fueron los pioneros, tales como 
Estados Unidos, Suecia, etc., países que tienen a sus espaldas una gran tradición en pro de la igualdad de oportunidades entre los sexos. A favor de la educación por separado estaría el hecho de la distinta funcionalidad del sexo entre el hombre y la mujer, así como los distintos ritmos de maduración entre unos y otros. Sabido es que de 10 a 13 años las niñas se desarrollan más deprisa, en 
tanto que de los 14 a los 17 son los chicos los que evolucionan más rápidamente.

Así las cosas lo recomendable sería tener en cuenta estas diversidades a la hora de agrupar en una misma escuela a chicos y chicas. Con esto no estamos diciendo que debe existir una escuela para niñas, donde sólo se aprenda a 
coser y a cocinar y otra para niños donde se aprenda Matemáticas y Física; de lo que se trataría es de dos escuelas donde se enseñara fundamentalmente lo mismo, sólo que respetando las distintas sensibilidades y los diferentes ritmos de aprendizaje. En cualquier caso el debate está abierto y cada cual es muy libre de estar a favor o en contra de la coeducación. Lo que sí que resulta obligado es reconocer que en una sociedad abierta y pluralista como la nuestra, debiera haber libertad para que los padres pudieran elegir según sus convicciones.

Quisiera acabar diciendo que en el campo de la educación sigue habiendo muchas cuestiones pendientes que habrá que ir revisando con cuidado, pues los errores que aquí se cometan necesariamente van a repercutir en la familia y en la sociedad. Por ello he de decir una vez más, que es necesario transmitir a las nuevas generaciones que entre el hombre y la mujer hay una omplementariedad, que unos y otros se necesitan, que ambos son igualmente necesarios en 
orden a una integración familiar y social, que nadie es superior a nadie, pero que son distintos y que es bueno que así sea, ya que de esta diferenciación viene el 
enriquecimiento mutuo. Todos debiéramos comprender que la familia necesita de un padre y de una madre, que el matrimonio necesita de un esposo y de una esposa, que la sociedad tiene necesidad de las aportaciones de los hombres y de las mujeres. ¡Qué mundo tan aburrido si los hombres fueran iguales que las mujeres! Es un sin sentido pretender que las mujeres se conviertan en hombres o los hombres en mujeres. Cuando lo que hasta ahora se ha venido pidiendo a las señoras que sean muy señoras a loshombres que fuera muy hombres y no nos ha ido mal.