El encuentro con nosotros mismos

Autor: Ángel Gutiérrez Sanz

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Los hombres y mujeres somos iguales y a la vez somos diferentes. Tenemos una misma naturaleza, pero cada cual es una individualidad irrepetible. Fundamentalmente, nos movemos por las mismas aspiraciones, sacudidos por la mismas pasiones, acosados por los mismos miedos, alentados por las mismas esperanzas y a pesar de todo no hay dos existencias iguales. Cada cual vive la vida a su manera. En el fondo todos corremos los mismos riesgos existenciales, compartimos la misma dignidad personal y tenemos que hacer frente a un mismo destino. Todos somos humanos y tenemos la misma necesidad de realizarnos, de madurar y llegar a ser aquello a lo que estamos llamados a ser; pero  esta tarea universal que a todos nos afecta es interpretada de forma diferente, lo que para unos es esencial no lo es para el otro. Los diferentes humanismos a lo largo de la historia nos ido dando su particular versión sobre el hombre.

Hoy ya cansados de tanta especulación filosófica, hemos optado por arrojar la toalla y nos hemos ido despreocupando de estas cuestiones. Son pocos los que siguen interesándose por encontrar la verdad sobre el hombre. Hoy como nunca nos sentimos extraños a nosotros mismos y vivimos ajenos  a los grandes interrogantes humanos. Ni el antes , ni el después nos preocupa demasiado. Hemos dejado de pensar en nuestro origen y destino. Lo que nos interesa es el presente, lo que cuenta es vivir el momento actual  y vivirlo a tope. El pasado, decimos ya es historia y el futuro puede ser que nunca llegue. No debiéramos seguir buscando más razones para explicar la profunda deshumanización que sufre nuestra sociedad. Si los hombres no fuéramos  otra cosa  más que sujetos vivenciales del momento presente, si renunciáramos a nuestra conciencia personal que es la que nos distingue del resto de los seres vivos, si dejamos de hacernos esas preguntas trascendentales sobre nosotros mismos, habremos dejado también de comportarnos como personas. Esto es un poco lo que  está pasando en una sociedad como la nuestra tan materialista y tan pragmática.

Urge recuperar nuestra dignidad de personas y hacerlo por el camino trazado por los clásicos que en este terreno no es poco lo que pueden enseñarnos. Recordemos a Sócrates que con toda justicia es considerado como maestro de humanidad y que al igual que tantos otros insistía en la trascendental importancia del encuentro con nosotros mismos. Ningún conocimiento técnico como el de llegar a conocerse a sí mismo. ¿ De que nos sirve descubrir los secretos de la naturaleza, si ignoramos lo fundamental sobre nosotros mismos?

   El encuentro consigo mismo ha sido, una de las aspiraciones del hombre en orden a su liberación y es de desear que siga siéndolo en el futuro. Volver la mirada hacia nuestro interior es condición indispensable para que podamos ser seres conscientes responsables y libres. Tratar de ser cada vez más hombres, más humanos, mejores, es lo que en realidad importa. Según pienso, a pesar de todas las diferencias que a unos y otros nos separan, tal aspiración puede ser universalizable , en cualquier caso es una aspiración legítima que hace de la vida humana una aventura fascinante con nuevos horizontes, como telón de fondo. El hombre convertido en centro de nuestras preocupaciones es precisamente lo que hoy más se necesita. A partir de aquí todo será más fácil y  podremos comenzar a soñar con fundamento en un mundo mejor, porque si algo debemos tener claro es que la revolución social, ha de comenzar por la conversión interior de los corazones de cada uno de los hombres y mujeres. No digas voy a cambiar el mundo, di simplemente voy a cambiarme a mi mismo y habrás encontrado el verdadero camino de mejorar la sociedad. En la medida que vayamos tomando conciencia de nuestras propias responsabilidades personales estamos colaborando para que el mundo sea más justo y más humano. Todo puede ser posible si comenzamos por aquí .

El hombre huye con cierta facilidad de si mismo para volcarse en lo exterior. Siempre ha sido así. “Aunque parezca paradójico, dice Ramiro Flórez, el conocimiento del hombre ha sido siempre un objeto retardado entre la variedad de objetos que han atraído el interés del saber. Los afanes inquisitivos se dirigen normal y primariamente hacia el exterior, hacia la naturaleza...Para que el hombre dirija la mirada hacia si mismo hace falta siempre alguna quiebra de esa actitud normal frente a la naturaleza....Para que el hombre se conozca es necesario que se aparte de la exterioridad, que se recoja en si y se mantenga en el abrazo de su propio ser”.

Ese gran desconocido para si mismo, que es el hombre, necesita recuperar su intimidad para conocerse y necesita conocerse para humanizarse. Uno de los empeños, que más merecen la pena en nuestros días, es hacer sentir a los hombres y mujeres, la necesidad  de aspirar a una más plena realización humana.  Para ello no va a ser suficiente con despertar afanes de saber orientados a vivir más cómoda y confortablemente. Será necesario otro tipo de saber, que venga a poner mesura a los  arrebatos inmisericordes de la técnica, que nos ponga a salvo de ideologías interesadas y nos libere de servidumbres políticas. “Cuando lo que está corrompido es la raíz y el hombre, a la vez y antes que las instituciones sólo una nueva raíz y un hombre nuevo pueden resucitar los huesos calcinados y hacer de las ruinas edificio vivo”. ( O Cardedal) .

            Hoy, en tiempos de crisis, vacíos de utopías y de idealismos, plagados de descontentos y frustraciones, vuelve a ser hermosa esa noble aspiración que apuesta por el hombre, que apuesta por la presencia del espíritu en un mundo materializado.