Un mundo para todos es el reto del próximo milenio

Autor: Ángel Gutiérrez Sanz

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El siglo XXI aparece ante nuestros ojos como un viaje fascinante cargado de expectativas. Los acelerones de la historia nos tienen acostumbrados en los últimos tiempos a unas profundas transformaciones que hacen pensar 
que lo que es útil para hoy no sirve ya para mañana. En menos de 20 años hemos podido ser testigos de cómo el campo de la informática ha puesto boca arriba, formas de vida, usos y costumbres. El mundo sigue
evolucionando cada vez más de prisa y en ocasiones la realidad supera la misma imaginación. ¿Qué sucederá en las próximas décadas? Expectativa, mucha expectativa; pero la expectativa no es la nota distintiva con la 
que se presenta este nuevo siglo que acabamos de estrenar. Expectativas las ha habido siempre en los comienzos de un nuevo siglo, incluso más; recuérdense las famosas expectativas del año mil. Lo verdaderamente significativo de este nuestro siglo, a mi modo de ver, lo encontramos en la actitud y el papel que los hombres van a jugar ante los acontecimientos
venideros.

En los siglos anteriores los acontecimientos eran interpretados bajo un cierto signo de providencialismo o fatalismo ciego. Los hombres esperaban un porvenir más o menos incierto de los cuales no se sentían dueños. 
Eran otras fuerzas las que estaban por encima de las posibilidades del hombre.
En cambio hoy el hombre se siente más autosuficiente, se siente más dominador. Nunca como ahora se ha tenido una conciencia tan clara, una actitud tan desmesuradamente osada, de que el hombre puede llegar a ser 
la medida de todas las cosas. Sorprende el modo en que se hacen las previsiones de futuro, casi todo está programado y se dan plazos de realización, que en ocasiones resultan ser más cortos de los que se había
pensado. Como todo lo desconocido genera miedo y esperanzas; pero están cifradas en la libertad del hombre, que ésta sí que es impredecible. En gran medida el siglo XXI habrá de ser lo que el hombre quiera que sea, 
el problema está en qué habrá de querer el hombre del siglo XXI. El hombre libre se siente dueño de su destino; en manos de Dios, pero libre. Los hombres del siglo XXI han depositado en le propio hombre sus esperanzas;
pero al mismo tiempo también el causante de sus miedos más profundos.
Muchos asuntos pendientes, muchos retos que afrontar, en el campo laboral, en el de la investigación, en el desarrollo técnico, en el de la medicina, en el de la economía, en el de la industria, etc.

Uno de estos retos que a mí me parece más fundamental es conseguir que los hombres lleguemos a humanizarnos, a respetarnos unos a otros, que lleguemos a comprender que hay algo que nos hermana, cual es la naturaleza humana que todos compartimos en común y que nos otorga los mismos derechos y deberes fundamentales, la que nos hace ser sujetos de un mismo destino y nos hace sentir los mismos miedos y tener las mismas esperanzas. La situación en la que nos encontramos al comenzar este siglo nos obliga a pensar en los demás, más aún nos obliga a ser justos y solidarios. Ésta sin duda sería una de las obligaciones más urgentes. 
El mundo no fue hecho para unos pocos, es obra de Dios creada para todos, cuando la triste realidad es que sólo unos cuantos son los que la disfrutan. Llegado es el momento de abrir las puertas a quienes hasta
ahora las han tenido cerradas y borrar del diccionario la palabra marginación, comenzar a pensar en una igualdad en los derechos y en los deberes de las personas en razón de su dignidad, repartir los bienes de
la tierra según una justa proporcionalidad y prestar más atención a quienes en su día lo dieron todo por los demás.
Tan apasionantes son los tiempos que nos esperan que aunque no estén exentos de miedos bien podría decirse que representan un reto cargado de esperanzas