Yo te espero cada día...

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv

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Yo te espero cada día
en la brisa de la tarde
en la que el mar solía hablarme
y el silencio compartía.

Silencio tan elocuente
que es preciso asir el viento
para escuchar el lamento
que lo envuelve dulcemente.

Lamento de las mareas
en el vientre de la tierra
que fecundada de estrellas
engendra una aurora nueva.

Tu silencio es elocuente
hay que saber escucharlo
y en el alma descifrarlo
cuando hiere tiernamente.

Una Palabra distinta
como brisa en la mirada
como el rumor de una playa
que las olas acarician.

Una Palabra que se abre
en las violetas silvestres
y en las llanuras agrestes
si tu fuerza las invade.

Palabra reveladora
que da color a la noche
y manifiesta tu Nombre
refrescándose en la aurora.

Palabra que en el misterio
de la vida se revela
cuando se enciende y consuela,
cuando clama desde adentro.

Es el rocío que el alma
fecunda con su esperanza
y gesta en una alabanza
el sol que ya se levanta.

Es por eso que la espero
como la tierra su lluvia
como el hombre en su penuria
clama de Dios su consuelo.

Me has respondido en un lirio
que ofrecía su belleza
y en el canto y la realeza
de las garzas en el río.

Hablaste en aquellas nubes
que descargaron su llanto
y cubrieron con su manto
de nieve las altas cumbres.

Fue mensaje un fiel hornero
que construía su nido
una casa y un abrigo
que acoge al amor viajero.

Los manzanos en la huerta
cuajados de flores nuevas
los tilos en primavera
y el sol que golpeó mi puerta.

Pero sobre todo fueron
las libélulas del parque
que usaban para alabarte
la luz de sus mismos cuerpos.

Es tu Palabra elocuente
como el silencio en que hablas,
y yo trato de escucharla
si en el viento está presente.