Tú eres el perfume de la perfección...

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv

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Tú eres el perfume de la perfección,
bálsamo de la suavidad divina
respiro de la Iglesia que camina
aliento vivo del hombre en oración.

Tú, néctar de la flor de su Palabra
dulzura de la miel de su mensaje
eres la fuerza que nos da el coraje
de la santidad de Dios participada.

El aroma de la presencia cierta
de su Amor infundido en nuestras vidas,
eres rayo de cielo que se anida
en el corazón amante que contempla.

Eres suavidad y toque delicado
del dedo de dios que nos moldea
la causa del Amor que nos recrea
a imagen de Jesús resucitado.

Eres vino que embriaga el alma orante
con la presencia de Aquel que la enamora
su presencia palpitante a cada hora
el flujo salvador de un Dios amante.

La corriente de gracia que me invade
cuando a solas y en silencio te contemplo
el incienso divino de mi tiempo
la plegaria en el cielo con las aves.

Eres calor del sol que llena el templo
inseparable de la luz que lo ilumina
eres guía de un pueblo que camina
el alma de mi mirada si contemplo.

Eres la luz en que puedo ver al Padre
transparentando su Amor en las criaturas
el manto protector que me asegura
la providencia amorosa de una Madre.

Medicina del alma si se enferma
unción de vida nueva que se enciende
llama de Amor que me trasciende
principio salvador y vida eterna.

En Ti Jesucristo está presente
por Ti su cuerpo es salvación y vida
y en su sangre gustamos la bebida
que nos regala la vida para siempre.

Por Ti el Padre providente que nos cuida
da fortaleza y sabiduría a nuestras almas
es fuente de armonía, gozo y calma
seguridad e el camino, luz y guía.

En Ti se siente seguro el que confía
porque en Ti la promesa se ha cumplido
el Verbo eterno por nosotros ha venido
y ha abierto la fuente de la vida.

Tú eres soplo de su Amor en nuestras almas
la brisa de su aliento en los oídos
su Palabra que el pecho deja herido
en el fuego de un Amor que no se apaga.

Eres la llaga que su Amor provoca
y el sello sanador de su presencia
eres la voz divina en la conciencia
y el alma orante que lo invoca.

Eres la hoguera orante de mi tiempo
y el fuego amoroso en que consumo
la savia de mis días como el zumo
que se quema en el soplo de tu aliento.