Si el mundo se salvará por la Belleza...

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv

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Si el mundo se salvará por la Belleza
el esplendor de un rostro redimido
será la prueba del Amor que lo ha querido
rescatar del dolor de su pobreza.

Un cuerpo que recupera su armonía
en que el cosmos esconde su grandeza
partícula que encierra la nobleza
de la creación que canta su alegría.

Su belleza será clara como el cielo
en la mañana del Domingo que esperamos
en el día de la gloria que habitamos
y el sol que manifiesta tu consuelo.

Desvelará la belleza su misterio
en el rostro del Amor resucitado
el que condensa la mirada del Amado
que me transporta más allá del universo.

Belleza de sus ojos transformados
en el santuario redimido del encuentro
mirada en que la gloria hace su templo
para acoger al hombre rescatado.

Oh belleza de Dios que te derramas
en el Amor donado para siempre
Oh fuego del Amor que nos enciende
en la llama del Amor en que nos amas.

Oh Espíritu de Dios que nos envuelves
en la armonía de tu brisa protectora,
Oh rayo del sol que me enamora
cuando al centro del misterio me devuelves.

Tú eres el brillo que la aurora transfigura
y en el rostro de tus santos resplandece
el alba que mis fibras estremece
al alma del Amor y su ternura.

Energía divina que se enciende
en las pupilas vivaces de los niños
la chispa que los llena de cariño
la luz de su sonrisa que se extiende.

Epifanía del sol en la materia
que manifiesta su esencia transformada
esencia de su luz transfigurada
y realidad más profunda de la tierra.

Eres el sello divino en la criatura
la impronta de su ser en las entrañas
te impones más que el cielo o las montañas
y transparentas en las flores la hermosura.

Emoción de trinitaria melodía
de un Amor eternamente compartido
del Amor auto donado y trascendido
manifestando su luz y su armonía.

Razón de la existencia de mis ojos
creados para abrirse a la belleza
razón de mi sentido y su pobreza
ornamento divino del Esposo.

Esencia del Amor crucificado
transparencia del Amor de un Padre bueno
resplandor de la gloria de su seno
esplendor del Amor resucitado.

Oh belleza de la luz que da la vida
de la matriz inigualable de los seres
inaferrable epifanía que concedes
a la mirada amante el bien que admira.

En tu medio la visión se hace presencia
en el encuentro de los rostros que se miran
porque es el ojo del ser que se ilumina
en la mirada que me dona la existencia.

Terrible infierno denso de tiniebla
la soledad en la ausencia de mirada
el solipsismo clausurado de la nada
en la mirada sin encuentro que se encierra.

Oh luz que manifiestas la belleza
entretejida en el color de mi existencia
tu revelas en los rostros la presencia
del cielo en que se esconde la pureza.

Oh belleza que eres luz de la Palabra
que el Espíritu del Padre manifiesta
revelación primordial del cielo en fiesta
eternidad luminosa que me embriaga.

Oh luz que embelleces al que en ti se envuelve
elevándolo a la altura del misterio
divinizando la materia en el cauterio
del silencio luminoso en que se pierde.

Oh comunión iluminada que revelas
el ser más profundo de las cosas
la integridad perfecta en que reposa
el designio divino y su belleza.

Eternidad, contemplación de tu Belleza
el éxtasis del tiempo encandilado
admiración del Amor manifestado
trinitaria dilección en su pureza.

Los santos resplandecen en tu gloria
y se gozan en tu luz ya rescatados
y en sus rostros el Amor resucitado
irradia la Belleza en que te donas.

Los santos que cantan la Belleza
son primicia exquisita de hombre nuevo
el coro de las voces que en el cielo
entonan tu sinfónica grandeza.

Eres la llama intensa que no quema
y participa en el ser al ser divino
eres el ansia que persigo peregrino
el brillo de la esencia que me besa.

Dirigías la mano del artista
cuando en su luz y tiempos primordiales
en el océano pintaba los corales
y las olas en mares de amatista.

Tú tocabas en los dedos del Amado
la música de la creación apaciguada
la melodía de una tierra enamorada
que se entrega en la mañana a su cuidado.

Y diriges del corazón la sinfonía
en que los seres alaban su grandeza
en el perfume de la naturaleza
en que recreas su gracia y armonía.