Resurrección (Jn. 20,11-18)

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv

Web: Poesía religiosa y mística cristiana

 

Tu muerte fue como un puñal clavado
que ahogó mis ilusiones, mi esperanza y mi futuro.
Se estrellaron de repente contra el muro
que, voraz, sin compasión y con crueldad te había tragado.

Inútilmente mis ojos doloridos
en llanto y sangre desgarrados,
los que te vieron muerto y sepultado,
te buscan ahora con gemidos.

¿Dónde te has ido, Maestro?
¿Dónde te han llevado?
pregunto sin respuesta al hortelano
que contemplo, ciego de dolor, desconsolado.

Nunca más veré tus ojos buenos,
ya no sentiré los latidos de tu pecho
abrirse en compasión al corazón desecho
que tu misericordia suplica desde el suelo.

¡Dime dónde te han llevado, amado!
que en la llaga de tu corazón hundiste el mío
y me has dejado prisionero y sin sentido.
Te busco sin hallarte y estoy enamorado.

Y en ese instante, como un rayo y justamente
cuando la muerte me sumergía en el abismo
corriste el velo del cielo encapotado y a Ti mismo
te vi resplandecer como una aurora ardiente.

Eran ahora lágrimas de amor y desconcierto
las que brotaban de mis ojos extasiados,
el pecho se ensanchaba; los ojos empapados
te contemplaban sin poder creerlo: ¡No estás muerto!

En el Tabor lo habían pregustado.
Es cierto, lo habías dicho
mientras los cielos se abrían
y la gloria del Padre cubría al Hijo amado.

Arrojado a tus pies beso tus manos,
siento la miel de tus llagas en los labios
y quisiera quedarme allí, anonadado,
derramándome en lágrimas sobre tu costado.

Corre delante de mis ojos el pasado
que llevaste a la cruz del abandono
cuando con tu mirada dijiste: te perdono
y cubriste con tu sangre mis pecados.

Y ahora nuevamente estás aquí,
hermoso como un lirio perfumado
y cual agua viva, desde tu corazón atravesado
tu belleza se derrama sobre mí.

Escucho, con la voz más dulce que me hubiese imaginado:
Vuelvo al Padre, pero te dejo el Amor como regalo,
te espero pronto, ya no me toques, he resucitado,
tú lo has visto, ve a decirlo a mis hermanos.