Mil nombres, mi Dios

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv

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Tu nombre es majestad, ardor, grandeza,
calma y tempestad, tornado y brisa,
del cielo el esplendor, del sol sonrisa,
de la luna el candor, del mar pureza.

Tu nombre es sorprendente, Amor eterno;
eres fuego voraz, calor y abrigo,
llovizna matinal, frío y estío,
palabra paternal, seno materno.

Belleza sin igual, bondad, ternura,
de las nubes su paz y el trueno santo,
del rayo su fulgor, la paz y el canto
de las gaviotas que acarician tu bravura.

Eres paciencia, ímpetu y misterio;
profundidad, abismo y mansedumbre,
el valle silencioso y esa cumbre
que no se puede escalar desde este suelo.

Eres la calma serena de la noche oscura,
el tintinear juguetón de las estrellas,
la danza de las olas, la centella
y en las playas, por la tarde, la frescura.

Tu voz más dulce que el canto de las aves,
tu corazón, el pálpito del tiempo,
tus ojos el hechizo del encuentro
que estremece en tu mirada suave.

Tus manos son creadoras y se brindan
a la inmensidad del espacio que contiene
las huellas de tus pasos y sostienes
con tu providencia derramando vida.

Tu nombre es sumo bien, luz y sustento,
consuelo y compasión, apoyo, afecto
ternura y comprensión, solaz, desierto,
marea de bondad, abrazo, encuentro.

Mil nombres no me alcanzan, Innombrable,
mis ojos no contienen tu hermosura
ni mi pecho abraza tu ternura,
eres más de lo que puedo imaginarme.

Te dejo ser Dios, mi Dios, mi Todo;
no quiero aprisionarte en un concepto,
serás siempre el más allá, el Otro eterno
y yo el canto y la voz que en Ti reposo.