Magdalena, icono de la Iglesia Esposa...
Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv

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Magdalena, icono de la Iglesia Esposa,
mujer acrisolada en el misterio
liberada por fin del cautiverio
de la enfermedad que encadena poderosa.

Pasó un día por tu vida un ángel bueno
un hombre al que supiste soberano,
con la fuerza del sol entre sus manos
tocó tu alma y eclipsó el invierno.

Purificaba su Palabra tus oídos
como un torrente de pureza y nueva vida
te devolvió en un instante la alegría
y te lanzaste a caminar por su camino.

Él cautivó tu alma y su Belleza
irradiaba ante tus ojos como el cielo
encontrabas en su mirada tu consuelo
y la fuente de la que brota la pureza.

Estaba llena de misericordia
de una bondad más allá de lo encontrado
era la paz del paraíso recobrado
la que en sus ojos se abría a tu memoria.

No dudaste en seguirlo paso a paso
con la fidelidad de una discípula entregada
muy cerca, entre la gente caminabas
contemplando la aurora sin ocaso.

Fielmente en tu silencio recorrías
la encarnación de la Palabra en nuestra historia
tejiendo en tu interior la trayectoria
de aquel que ya era el centro de tu vida.

Tú lo viste rezar y echar demonios
sanar a los tullidos, dar la vista
y a los muertos la luz que resucita
y libera al oprimido de su oprobio.

Fue su condena un puñal que te abrió el alma
un condenado que asume la injusticia
para clavarla en la cruz en que se enjuicia
el corazón del hombre en su mirada.

Fidelidad en el dolor que te desgarra
ver condenado al salvador del mundo
sentir en tu carne el látigo infecundo
que le prepara el surco a la Palabra.

Impotente, se rebela tu mirada
el que libera se somete al mal y al juicio
del insensato poder que en su desquicio
se entrega a una locura inusitada.

Manso cordero, tus ojos lo contemplan,
en la pasión que es camino de la gloria
y su sangre se clava en tu memoria
tú estás allí y los discípulos se alejan.

Estás a los pies de aquel que dio la vida
a los huesos secos de tu cuerpo
al alma que arrancaba de los muertos
al mirarte con Amor un cierto día.

El te bautiza en la sangre que desciende
desde el monte del templo que está herido
herido está de amor el que ha sufrido
la pasión que condena al inocente.

Ante tus ojos tu Amor está clavado
desconcertada tu esperanza, permaneces
a los pies de la injusticia que estremece
tu alma: ver el Amor crucificado.

Son horas de un culto inigualado
fijos los ojos, extasiada la memoria
contemplando en una cruz toda la historia
el Esposo de tu alma traspasado.


Todo Israel lo contempla con tus ojos
en tu mirada está el clamor de los profetas
el desierto ancestral de los ascetas
y los sueños del pobre en sus despojos.

Es la hora de tu fe que no se apaga
la que resiste el momento de la prueba
fidelidad tenaz que se comprueba
en el momento en que te sientes despojada.

Estás ahí y simplemente lo acompañas
como lo has hecho a lo largo de tu vida
pues estar presente y amante es la medida
del fuego que te quema las entrañas.

Es su cuerpo el que comulga tu mirada
cuando besas con los ojos sus heridas,
es su sangre que se vuelve eucaristía
la que bebe tu corazón que se desgarra.

En tus brazos de Iglesia lo recibes
y es su muerte condición de tu esperanza
porque el Amor que vence al mundo no se alcanza
más que muriendo en la fe que lo concibe.

Lloras, María, la muerte del que vive
son tus lágrimas bautismo de agua viva
la oración del silencio en que palpita
el amor del misterio que concibes.

Quién moverá la piedra, te preguntas
y hacia el sepulcro caminas decidida
tu corazón es perfume, ungüento y mirra
no te importan los guardias ni las dudas.

El premio de tu fe que ve el milagro
es un sepulcro vacío de penumbra
y el Amor en la mirada que se alumbra
al descubrir que está vivo el que has buscado.

Abrazada al Amor parece eterno
el momento en que lo aprietas en tus brazos
resucitaron en Él los latigazos
y las llagas son pétalos de incienso.

Un instante en que logras aferrarlo
para quedarte con Él toda tu vida
serás testigo fiel y profecía
del Esposo en el Amor resucitado.

-¡Ve María! Ahora tienes que contarlo
confirmar en la fe a los que han temido
anuncia que el Amor que sido herido
herido está en la luz que lo ha engendrado.

Yo te espero al final de la jornada
del octavo día que comienzas
Yo preparo la casa y será fiesta
y en tu alma, la creación iluminada.