Los ministerios renovados

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv

Web: Poesía religiosa y mística cristiana

 

 

Como encaminar la ministerialidad carismática  

Lo primero que debemos tener en cuenta es que los ministerios carismáticos no son estructuras sino elecciones, mandatos, misiones, suscitadas por el Espíritu e individualizados en la comunidad debido a los carismas que se encuentran en ella para la edificación incesante de la misma comunidad.

Los ministerios carismáticos son el espejo de la vida comunitaria y se relacionan siempre con necesidades reales, propias de la misma comunidad. El Espíritu, de hecho los suscita en relación a las necesidades de la Iglesia, en orden a su progreso y a su renovación.

Los ministerios carismáticos no se generan en programas predefinidos, preconfeccionados, uniformes para todos, para que todos hagan lo mismo. Nacen de la escucha del Espíritu: el Señor suscita continuamente “visiones” que guían a s pueblo.

La respuesta, la concretización de la llamada de Dios se manifestará en uno a más proyectos ministeriales explicitados según los tiempos, las necesidades, los grados de crecimiento, los carismas, las fuerzas humanas que siempre cambian de una comunidad a otra debido a las diferencias de fe y madurez humana de quienes la componen.

 

Comenzar un ministerio, criterios.

 

Al comenzar un ministerio debemos tener en cuenta tres pasos fundamentales:

 

٭         Individualizar la visión de Dios para la comunidad ( o sea descubrir las llamadas, los carismas, los signos eclesiales, que nos indican la posibilidad o la necesidad de dar curso a una actividad ministerial);

٭         Elaborar el proyecto que ponga en práctica la inspiración (perfeccionar los modos, los tiempos, los caminos, los recursos mediante los cuales la actividad ministerial deberá establecerse en el grupo);

٭         Evaluar el proyecto (controlar  que la visión produzca frutos y crecimiento comunitario).

 

Estas tres condiciones son fundamentales, pero frecuentemente no se las toma en cuenta suficientemente; si se dejan de lado se caen los criterios de subsistencia y de vitalidad de una ministerialidad carismática.

Uno de los puntos que más cuesta realizar en los grupos es el de la “evaluación comunitaria”. Se debe vigilar siempre, en el discernimiento y a la luz de la Palabra de Dios y establecer momentos y modalidades de evaluación de los proyectos comunitarios para ver si se ha traicionado la visión original o se mantiene en pie.

El discernimiento espiritual y la evaluación del crecimiento espiritual deben ser constantes dentro de cualquier ministerio, tanto de animación o guía o a cualquier nivel, diocesano, regional o nacional.

En el ámbito de los grupos esta tarea corresponde sobre todo a los coordinadores pastorales que deben escuchar permanentemente la voz de Dios, pidiendo al Espíritu Santo la capacidad de estar abiertos a la voz de los hermanos. De esta escucha, que es de tipo “vertical” y “horizontal”, debemos excluir la escucha de nuestra voz, de nuestras aspiraciones, para evitar que la comunidad, sus ministerios, sus actividades, respondan a exigencias personales, a deseos de afirmación, de prestigio, etc. Sería gravísimo encaminar los ministerios sobre estas bases.

La oración y el abandono en Dios son los caminos mejores, los más seguros para garantizar la eficacia y la operatividad de un ministerio carismático.

 

Algunas recomendaciones

 

Es bueno enunciar algunos criterios generales que parten de la experiencia, que nos pueden ayudar a responder fielmente a la llamada al servicio que Dios nos hace en la visa comunitaria.

 

1.       Escucha de la voz de Dios y de los hermanos. Para realizar cualquier cosa en comunión y con sinceridad, esta escucha es vital y deberá durar hasta que la visión de Dios sea delineada y durante la realización del mismo proyecto.

2.       No crear ministerios sin que se evalúen los recursos internos de la comunidad. No basta el entusiasmo, sino que se necesita disponibilidad concreta de personas que se comprometan en el servicio a Dios y a los hermanos, a partir de una buena dosis de sacrificio, de recursos personales y de tiempo que ofrecer al Señor.

3.       Todo ministerio deriva de un carisma específico, y para subsistir, debe contar con la interacción de los demás carismas. Frecuentemente nos damos cuenta de que un ministerio que surgió con entusiasmo y buenos frutos comienza a conflictuarse porque, tendiendo a aislarse, no cuenta con el apoyo y el sostén de los demás carismas y ministerios. Todos necesitamos de la complementariedad de los dones, la corresponsabilidad fraterna y la presencia conjunta de los demás ministerios.

4.       Realizar el discernimiento y obrar en sumisión recíproca. Al discernimiento de la coordinación pastoral debe seguir la evaluación del crecimiento comunitario: el Espíritu de profecía reside siempre en la comunidad y se alimenta de la continua sumisión de los profetas a los profetas. No hay otro modo de verificar si una visión o una inspiración proviene de Dios o es personal; discernimiento y sumisión salvan a los hermanos de vaivenes emotivos y heterodoxos.

5.       Evitar aproximaciones e inspiraciones privatistas. El riesgo existe cuando se obstina en hacer permanecer una realidad ministerial aún cuando el carisma de referencia ya no está presente en la comunidad. Puede suceder que los hermanos a los que se había concedido el carisma se alejen de los grupos o que la comunidad atraviese un tiempo particular de desierto o de purificación. También en estos casos estamos llamados a reconocer y evaluar el estado del grupo y aceptar detenernos para un tiempo de silencio y reflexión evitando caminar sólo por aproximación, fuera de la voluntad de Dios. Del mismo modo que el origen de toda actividad proviene de Dios, del mismo modo debemos ser capaces de percibir un eventual momento de suspensión permitido por Dios.

6.       Es necesario perseverar en la oración para ser dóciles para colaborar con el Espíritu, pero es imprescindible confrontarse con la tradición de la Iglesia, con el magisterio, con la sana doctrina para asegurar a los ministerios su justa colocación teológica y eclesiológica en el grupo. Aquí encontramos el deber de los animadores de progresar, sin interrupciones o superficialidad,  en un serio compromiso de formación específica. Solamente así es posible “hacer discípulos”  y preservar la memoria de nuestro testimonio carismático de todo reclamo genérico al espíritu del origen.

7.       El juicio último sobre los ministerios  en la vida de la Iglesia lo tienen siempre los pastores llamados a vigilar sobre la grey, los obispos de nuestras Iglesias. El diálogo con ellos y la obediencia a su discernimiento es causa de fecundidad en la vida comunitaria y alimenta el camino de madurez eclesial al que todo grupo y movimiento debe tender. Toda la comunidad eclesial ha sido colocada por Jesucristo bajo la guía de la autoridad eclesiástica: a ella compete el juicio sobre la autenticidad de los carismas (LG 12).

 

 

Criterios de discernimiento sobre los ministerios

 

Ayuda recordar la enseñanza de la Iglesia sobre el discernimiento, don espiritual y carismático concedido por el Espíritu a aquellos que conducen una responsabilidad eclesial, para que su inteligencia sea guiada por los dones del Espíritu por el camino de la verdad y la sabiduría.

Hay cuatro criterios particularmente importantes en esta materia:

 

1.       El criterio “joánico”:  estar de acuerdo con la fe de la Iglesia en Jesucristo.

 

“Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo.

Podréis conocer en esto el espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús,  no es de Dios; ese es el del Anticristo. El cual habéis oído que iba a venir; pues bien, ya está en el mundo.”(1Jn 4,1-3)

 

Un don del Espíritu Santo no puede ser contrario a la fe cristiana que el mismo Espíritu inspira a toda la Iglesia, ni a las verdades evangélicas.

 

2.       Criterio “paulino”: la presencia del “fruto del Espíritu”.

 

“El fruto del Espíritu es amor, alegría y paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí”(Gal 5,22).

 

Todo don del Espíritu favorece el progreso del amor, tanto en la misma persona como en el grupo/comunidad, y por lo tanto produce alegría y paz.

Si un carisma perturba y confunde, significa que no es auténtico o que no se desempeña de modo justo.

Sin amor, incluso los carismas más extraordinarios no tienen una mínima utilidad.

 

“Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?"

Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!".(Mt 7,22-23).

 

 

“Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy.” (1Cor 13,2).

 

El uso de un carisma sin estar animado por el Amor y el espíritu de unidad produce solamente daño.

 

3. la armonía con la autoridad de la Iglesia y la aceptación de sus indicaciones.

 

Después de haber establecido reglas bastante claras para el uso de los carismas en Corinto San Pablo dice:

 

“Si alguien se cree profeta o inspirado por el Espíritu, reconozca en lo que os escribo un mandato del Señor.” (1Cor 14,37).

 

El auténtico carismático se reconoce por su docilidad sincera hacia los pastores de la Iglesia. Un carisma no puede suscitar rebelión, ni provocar la ruptura de la unidad.

 

4.       La edificación, el decoro, el orden comunitarios.

 

El uso de los carismas en la comunidad eclesial está sometido a una regla simple: “ Todo se haga para edificación” (1Cor 14,26). Los carismas son acogidos en la medida en la que dan una contribución constructiva en la vida del grupo, que siempre es vida de unión con Dios y comunión fraterna.

San Pablo insiste mucho en esta regla:

 

“El que habla en lengua, se edifica a sí mismo; el que profetiza, edifica a toda la asamblea.

Así pues, ya que aspiráis a los dones espirituales, procurad abundar en ellos para la edificación de la asamblea.

Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos vosotros;

pero en la asamblea, prefiero decir cinco palabras con mi mente, para instruir a los demás, que 10.000 en

¿Qué concluir, hermanos? Cuando os reunís, cada cual puede tener un salmo, una instrucción, una revelación, un discurso en lengua, una interpretación; pero que todo sea para edificación.lengua.

Pero hágase todo con decoro y orden.” (1Cor 14,4.12.18-19.26.40).

 

El servicio pastoral

 

Es bueno recordar que los coordinadores pastorales del grupo reciben del Espíritu Santo –por vía carismática- la llamada y el mandato a servir al grupo, mandato que se transmite al grupo mediante los miembros que lo componen activamente (las hermanas y los hermanos que han recibido la “oración de efusión” del Espíritu).

El modo es el “electivo”, procedimiento por el cual el don del discernimiento espiritual se ejerce comunitariamente, mediante la fe de cada uno de los miembros que elige los propios guías pastorales.

Las elecciones siempre serán imperfectas, como lo es la naturaleza humana de los hombres llamados al servicio pastoral como cabeza del grupo: es aquí que interviene el Espíritu Santo  que refuerza y regala los carismas de conducción y presidencia mediante los cuales el órgano pastoral guía el grupo.

A la conducción pastoral le toca, mediante el discernimiento individualizar los carismas de los hermanos confiándoles tareas, encargos, servicios específicos mediante los cuales el grupo constantemente se renueva y se edifica.

El ministerio pastoral preside toda la vida carismática y ministerial de la comunidad; todos los ministerios y miembros deben estar orientados con amor hacia esta dirección buscando la unión fraterna.

No puede darse una contraposición entre el órgano pastoral de servicio y los ministerios, como si se tratase de instituciones contrapuestas.

No ayuda para el crecimiento de la comunidad que los animadores de los ministerios se muevan disintiendo  con las elecciones y los métodos de la guía pastoral colocándose en lugar de los mismos responsables.

Las elecciones sobre el camino comunitario son siempre el fruto de un discernimiento colegial, que compromete todos los componentes del grupo, tanto a los hermanos del servicio pastoral como a los animadores de los mismos ministerios.

Solamente en una relación de comunión sincera, de diálogo y de escucha y no de imposición estéril de las decisiones tomadas, se concederá a los miembros del servicio pastoral asegurar un clima de confianza recíproca entre todos los componentes del grupo.

La conducción pastoral está llamada a escuchar con disponibilidad de corazón las inspiraciones sin dejar de la do el aporte experiencial y sapiencial que puede llegarle de los ancianos o de los animadores, especialmente cuando el pastoral está compuesto por miembros nuevos.

Sólo rezando juntos y compartiendo sinceramente la “dirección de la marcha” que requiere el camino comunitario, veremos crecer la confianza y el aprecio recíprocos, el deseo de trabajar juntos, en el respeto de los roles, y la capacidad de comprenderse y ayudarse con misericordia.

 

Los ministerios dentro de la comunidad

 

La promoción de las actividades ministeriales debe integrarse con el camino comunitario propuesto por los guías pastorales, camino que explicitan los ministerios. No se deben crear iniciativas que no respondan a las necesidades reales de la comunidad.

Todo carisma se alimenta y se refuerza en la vida espiritual que cada miembro de la renovación está llamado a cultivar, primariamente dentro del propio grupo: es aquí que, mediante el servicio ministerial, el don se regenera, produce santificación y edificación común.

Toda fuga o intento de gratificación en el ejercicio de los dones carismáticos fuera del ámbito primario de subsistencia que es la comunidad, daña la vida espiritual de todo el cuerpo, genera tensiones entre los hermanos, y compromete el progreso espiritual.

Para favorecer la máxima circulación de los carismas en el seno del grupo y permitir que todos los ejerzan, para crecer en el conocimiento y en el uso de los dones del Espíritu, se ha propuesto no hablar de ministerios en sentido estricto sino de servicio para la evangelización, para la oración, etc.

Se especifica que todos pueden participar en un momento de animación comunitaria. De este modo se trata de que todos sean llamados a hacer la experiencia de servicio en los distintos momentos de animación del grupo, con la ayuda del pastoral de servicio y de los animadores ancianos y experimentados que ya están formados en el servicio específico y que recibieron la tarea de animarlo.

A estos corresponde ser modelos involucrando a todos los animadores en la vida comunitaria, con paciencia y prudencia, evitando que la animación del grupo sea monopolizada por pocos y valorizando la disponibilidad para el servicio de todos los hermanos y hermanas. De modo especial incentivando a los que buscan esconderse por modestia o no se deciden a comprometerse en el grupo.

En esta capacidad reside el secreto de un verdadero discipulado carismático, en el cual los animadores encargados de los ámbitos ministeriales, más que colocarse como especialistas volviéndose insustituibles, se preocupan por asegurar el crecimiento de los hermanos y hermanas y el futuro mismo de la comunidad.