Le floreció un jazmín...

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv

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Le floreció un jazmín entre los labios,
su voz supo a naranjo granadino,
de olivares maduros sus ojos se llenaron
y aceite perfumado fue su brillo.

El bosque de su pecho, pinar embravecido,
selva misteriosa de frescura suave,
nido acogedor, verdor de cedros encendidos
misterioso amor de suavidad, volcán dormido.

Un valle inacabado, el cañón que acoge el río,
la profundidad primera de la que brota lo perdido,
las cascadas, los helechos, los abetos dormidos
y el pálpito interior de un mundo para tantos escondido.

Como narcisos tiernos de mármol esculpido
sus brazos de peñasco, de roble suave y tibio
de abrazo enamorado, de acariciar tranquilo,
serenidad segura, transporte al infinito.

Cuando sus dedos tocan, la nieve se hace río,
el glaciar se derrite, la roca palpita de cariño,
las aves se despliegan en el cielo del delirio
y el vuelo de un cóndor en su altura queda suspendido.

Cuando besa la fragancia del sol enciende el lirio,
el amancay tapiza un jardín enhebrado de jacintos,
amanece en un instante y el tiempo detenido
resucita las horas pasadas, de brumas y de frío.

Cuando me besas siento que mi interior dormido
engrandece las alas al viento y vuela a su destino,
pues mi destino eres Tú, que desde siempre me pensaste en Ti perdido
deshilachando mi corazón, orante, entre suspiros.