La danza en el bosque

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv

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En el bosque se ocultaba 
el misterio de una vida 
que fresca se consumía 
en el Cristo que buscaba. 

Paso a paso lo adoraba 
estaba cayendo el día 
y el corazón le latía 
porque su Amor lo embriagaba. 

Francisco, fiel peregrino 
por un sendero de aromas 
siente al Señor que se asoma 
y transforma su camino. 

Los abetos que se yerguen 
como gigantes al cielo 
le ofrecen a Dios su celo 
y en las alturas se pierden. 

Ermitaños solitarios 
de adoración y silencio 
alzan sus brazos de incienso 
al cielo para alabarlo. 

Es el coro que a Francisco 
embriaga con su frescura 
y despierta la ternura 
que lo deleita en su Cristo. 

Bosque, sendero y plegaria 
un corazón que se eleva, 
la mente que al Cristo vuela 
y el bosque que la acompaña. 

Camina Francisco absorto, 
los cipreses lo custodian 
y el caminar se hace historia 
que se conjuga en nosotros. 


En su brisa Dios lo envuelve 
lo perfuma, lo acaricia 
y le ofrece las delicias 
del sol que lejos se pierde. 

Diálogo de enamorados 
sin palabras, en silencio, 
contenido en el aliento 
de un día resucitado. 

Un claro y el horizonte 
se abre magnífico en fiesta 
la tarde ya se recuesta 
y purpúrea le responde. 

Le dice que enamorada 
sigue al sol en su destino 
pues el amor y el camino 
la han dejado cautivada. 

Que va detrás de su amado 
cabalgando las montañas, 
que lo lleva en las entrañas 
de un día que se ha fugado. 

Que le regala la noche 
de terciopelo encantado 
en la que el cielo estrellado 
canta y danza en su derroche. 

Parte la tarde y la luna 
se enseñorea del bosque, 
lo besa en mágicos toques 
y lo envuelve en su blancura. 

Extasiado está Francisco 
en el vals de la dulzura 
que bailan ante sus ojos 
los abetos y la luna. 

La danza lo sobrecoge 
y el corazón le asegura 
que es danza de amor eterno 
en un misterio de bruma. 
Él baila en los sentimientos 
de libélulas nocturnas 
y danza en el pensamiento 
de la noche y su frescura. 

Abraza el aire y el viento 
que en su aroma le asegura 
la presencia en el misterio 
de su Amor en la penumbra. 

Penumbra de noche y bosque 
que en melodías acunan 
en vals de mágico encuentro 
su corazón hecho luna. 

Danza Francisco en la noche 
la plegaria que lo acuna 
y se entrega en un suspiro 
de anhelo, pasión y bruma. 

Danza Francisco el lamento 
de su búsqueda nocturna 
llama a su Amor y lo envuelve 
la noche con su ternura. 

El rocío lo bendice 
empapando su figura 
bautizándolo en la noche 
que en su silencio lo acuna.