La bendición a Fray Elías
Autor: Fray Alejandro R Ferreirós OFMConv
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Se hacía de noche en Asís
y Francisco agonizaba,
su última hora llegaba;
el momento de partir.
Dos años antes, en sueños,
Elías era avisado:
un anciano le había hablado
señalándole el momento.
El arroyuelo del tiempo
se escurría entre sus manos,
quería ver a sus hermanos
y darles su testamento.
Convocados a su lado
como apóstoles en duelo,
como hijos sin consuelo
delante del padre amado.
Se agolpaban los recuerdos,
las horas bellas pasadas,
las alegrías robadas
a la simpleza del cielo.
Es que él los había engendrado
a la vida que no pasa,
a la fe y a la esperanza,
al Amor resucitado.
Con Francisco habían gustado
las primicias del consuelo
que les espera en el cielo
a los hijos de su Amado.
Peregrinando el Camino
detrás de sus pies gastados,
Jesús les había mostrado
el premio del peregrino.
Por su ejemplo habían dejado
casa, patria, padre, hermanos
yendo a lugares lejanos
en pos del crucificado.
Los habían visto predicando
por los valles y poblados,
al lobo, a los alejados
y a los pájaros del campo.
Con él les habían cantado
su alabanza a las criaturas:
al fuego, al sol a la luna
que le hablaban del Amado.
Con Francisco había llegado
la hermandad a nuestra tierra
y por su causa se alegra
el mundo reconciliado.
Eran hermanos menores,
hijos del Padre celeste,
renacidos en la muerte
de su Hijo y servidores.
Recordaban los leprosos,
el amor para con ellos
y los momentos tan bellos
que los llenaron de gozo.
Como una madre a su hijo
yo les pido que se quieran,
como hermanos que veneran
las mismas llagas de Cristo.
Porque Espíritu del Hijo
es amar a su manera,
hasta dar la vida entera
por aquellos que no elijo.
Bendecir como Él bendijo
haciendo el bien donde quiera
y engendrar la primavera
que brota de Jesucristo.
Y es poro eso que Francisco
cual patriarca venerado
bendice a sus bien amados
como Jacob a sus hijos.
Elías está a su lado,
aquél a quién llama madre,
hijo dilecto del Padre,
al Señor ya encomendado.
Su mano derecha alzada
bendice ya su cabeza
con voluntad y firmeza
tantas veces demostrada.
Te bendigo como puedo
querido hijo y amigo
porque tan fiel has servido
al Señor que yo más quiero.
Por ti se han multiplicado
mis hermanos y mis hijos,
en ti a todos yo les digo:
¡Ámense como los amo!
A los confines del mundo
enviaste hermanos menores,
ángeles y trovadores
del Señor pobre y desnudo.
A ti te bendiga el Padre
y escuche tus oraciones,
conceda tus peticiones
y su Amor nunca te falte.
Su Espíritu esté en tu mente
para que guíe tus actos,
guarde tu ánimo intacto,
tu santidad acreciente.
El Señor que me dio hermanos
en quién poder contemplarlo
te ayude siempre a encontrarlo
en aquellos que guiamos.
Que no haya en el mundo hermano
que no contemple en tus ojos
el perdón del Cristo Esposo
por mucho que haya pecado.
Sea esto para tu alma
verdadero eremitorio:
vencer el mal y el oprobio
con misericordia y calma.
Yo me voy con mi Señor,
en Él permanezcan siempre,
con el corazón alegre
guarden su santo temor.
Porque vienen tiempos malos
en que acecha el enemigo,
tú protege a mis amigos
y confirma a tus hermanos.
Pues yo los dejo en tus manos
tú que eres mi fiel testigo:
Elías, yo te bendigo,
tú protégelos del malo.