Huerto fecundo

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv

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Huerto fecundo me llamaste un día,
el campo que tus manos prepararon,
la tierra que tus manos cultivaron
con paciencia infinita noche y día.

Fecundo en el Espíritu entregado
que penetró la tierra de mis horas,
que transformó en amor todas las cosas
y que en el corazón clavó su arado.

Abriste con amor los surcos nuevos
y sembraste semillas de tu gloria.
Crecidas al calor de tu memoria
germinaron sus brotes en el cielo.

Un huerto al que regaste con ternura
pues tu Palabra nunca le ha faltado,
con paciencia y dulzura lo has cuidado
protegiendo sus brotes y hermosura.

Lo adornaste de olivos y naranjos,
de nogales robustos y de almendros,
de ciruelos en flor y durazneros,
de castaños, cerezos y manzanos.

Lo cercaste de robles y de aromos,
Con álamos dorados y con cedros,
Los cipreses, las acacias, los abetos,
El jacarandá, los alerces majestuosos.

No faltaron las rosas y violetas,
las amapolas suaves y azucenas,
los tulipanes rojos y azaleas,
los jacintos, los nardos, las alteas.

Se abrieron los jazmines primorosos,
Los geranios, retamas y camelias,
Crisantemos, claveles, las hortensias,
Orquídeas, alelíes y gladiolos.


Y en el centro del jardín el árbol más preciado
al que puedo abrazarme con firmeza
cuando se desmoronan todas las certezas;
una cruz tallada en incienso perfumado.

En ella se conservan las marcas del martillo y de los clavos;
enrojecida en la sangre de tu cuerpo destrozado,
en manantial de unción se ha transformado
pues con el agua de su gracia mi huerto está regado.

Cuando el sol la acaricia su aroma transforma el aire al impregnarlo
de una suavidad distinta, sobrenatural y cautivante,
atmósfera de vida nueva, de ternura fuerte y penetrante
que como savia divina recorre las raíces de tu huerto amado.

Tú te has ido y en el aliento de tu pecho te has quedado,
en el incienso que brota de tu cruz, 
cuando en el fuego del amor se va quemando;
en la savia que recorriendo mis venas 
los frutos del jardín va transformando,
cuando un atardecer de fuego todo lo incendia
y dice que has resucitado.

La luz multicolor de un ocaso dorado
tiñe de esperanza el follaje enamorado
que orando reposa en los brazos de su amado
envuelto con su brisa y de amor pacificado.