Himno a la luz

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv

Web:

 

Luz de la mañana que te enciendes en el pecho
de los que a tu abrigo se abren a la vida,
calor del Amor infinito que al Amor convida,
aurora viva que despiertas al Amor del lecho.

Oh remolino luminoso y vivo que me envuelve,
Oh torbellino del Amor eterno en la mañana,
Oh ráfaga de cielo que penetras del alma la ventana,
Oh amor de trinidad enamorada que me enciendes.

Eterno devenir del Amor que se hace historia
e historia de un Amor que es Alianza de la vida,
vida de su luz que es manantial de la alegría
cuando su caudal enamorado inunda la memoria.

Oh cascada de luz y eternidad que el mundo llena
del Amor que es realidad de un cielo compartido.
Oh fuente divina de la luz que al pecho herido
de nostalgia de Amor y de tu paz das vida plena.

Oh luz que en el comienzo venciste en las tinieblas
el poder de la muerte que sobre el mundo se cernía
cuando en Ti la creación probó de Dios la cercanía,
burbujeante de vida nueva el seno de la tierra.

Oh divina energía de un mundo peregrino,
del universo entero mantenido en movimiento,
espíritu del Sol que fecunda el pensamiento
y acompaña al caminante confiado en su camino.

Oh luz irradiación de su bondad y su ternura,
atmósfera divina que a los ángeles encanta,
tu belleza sin igual encendió la ciudad santa
en la mirada amorosa de Aquel que la asegura.

Tú eres la santidad del cielo azul que me desborda,
el reflejo de un Amor trinitario y permanente,
el movimiento de la danza en que el amor se enciende,
la melodía en el ritmo del Amor que me transporta.

Tú eres la sonrisa de las estrellas que ilumina
en la noche la oración que el fuego eleva al cielo,
la mirada de la luna que llena de consuelo
acompaña serena su vigilia vespertina.

Eres celebración anticipada de las bodas
en que el Cordero divino desposa la materia,
redención del peso que la somete aquí en la tierra,
explosión de santidad cuando el mundo se enamora.

Eres la nueva ley que en el alma se libera,
la bienaventuranza celestial del hombre nuevo,
el soplo del Espíritu que redime al prisionero,
la santidad original que en el mundo se despliega.

Fecundidad desbordante y semilla de la gloria,
transfiguración del hombre hecho a tu imagen,
divinización del que has querido semejante,
claridad de eternidad que esclarece su memoria.

Inhabitación y hoguera del Amor primero,
fuego que va quemando las horas de la historia,
alma de la materia que te contiene y trayectoria
del pueblo que en el Amor experimenta su apogeo.

Tu nombre es para siempre resurrección y vida,
llamada primordial de santidad que se libera,
esplendor de la vedad y color de primavera,
transparencia de Dios en una historia redimida.

Oh luz que en el origen eterno de los tiempos
iluminabas la creación de Dios cuando surgía,
Oh esplendor del Creador que le hacías compañía
cuando soplaba sobre el agua, del Amor el viento.

Tú danzabas reflejada en la cresta de las olas
en el mar que a la luna su poesía regalaba,
te deslizabas en el vals de la marea enamorada
al ritmo del tiempo en que se van las horas.

Tú enciendes el brillo en los ojos de los niños
y despliegas la pureza que llama a la inocencia,
Tú recubres el orbe en un manto de clemencia
y te viertes en los rostros que sienten tu cariño.

Ante tu presencia acogedora quedarán radiantes
los que se abren al rayo sanador de tu misterio,
porque con tu presencia se termina el cautiverio
de la oscuridad y la ignorancia en sus semblantes.

Tú resplandeces en el rostro de los serafines
que se queman al fulgor de tu presencia santa
y te enciendes en los ojos que el Amor encanta
cuando te contemplan en el sol los querubines.

Oh esplendor fontal de la Jerusalén celeste
que se alegra participando de tu esencia,
resplandor de los santos que acogen tu clemencia,
vestido de los mártires vencedores de la muerte.

Oh diadema preciosa que coronas las virtudes
de aquellos que vivieron al soplo de tu brisa,
Oh corona de gloria del Amor que se eterniza
en los hombres que imitaron de Dios sus actitudes.

Surges desde el corazón primordial de la Belleza
que se entrega en el Amor esencial de las personas,
armonía de la paz sustancial en que te donas,
sabiduría del Amor que emana su pureza.

Tú habitas las entrañas de blancura de la nieve
y enciendes los cirios en la noche de tu Pascua,
te revelas en la luna recostada sobre el agua
y en el relámpago en el cielo cuando llueve.

En el mar escondes tu belleza entre las perlas
y las ostras custodian el tesoro de tu brillo,
en las flores de nácar o en el ámbar amarillo
que transparenta tu gracia, incapaz de retenerla.

Tú eres el brillo en el rostro del Padre enamorado
engendrando desde siempre la niña de sus ojos,
eres la impronta de su Amor que habita entre nosotros,
resplandor de su sustancia en Espíritu entregado.

Tú eres memoria del Hijo que en su gloria inmensa
abraza en su imagen la creación para salvarla,
eres el alma del Ángel que quiere enamorarla
y conducirla como esposa fiel a su presencia.

Tú eres el manto santo del Espíritu que engendra
la nostalgia, en el corazón, de un cielo inmenso,
eres la linfa vital de aquel Amor intenso
que en la Pascua permanente del Hijo se alimenta.

A Ti la gloria que mereces, Padre bien amado,
sol de justicia que desde siempre se renueva,
a ti el honor, Oh luz de sus ojos que nos llena
del calor y la bondad de su Espíritu entregado.