El pesebre de Francisco

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv

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Diciembre, la nieve, el frío
y el alma que está de fiesta
porque Francisco celebra
la Navidad conmovido.

No le basta contemplarlo
en el alma enamorada,
la escena está preparada
para poder adorarlo.

Convocados los pastores,
los niños, los ciudadanos,
llamados por los hermanos
los siervos y los señores.

Todos acuden a verlo
la Navidad celebrada
en una escena montada
para poder conocerlo.

La tierra se abre al misterio
que desciende de los cielos,
el Dios de todo consuelo
se hace niño verdadero.

El pesebre acomodado,
un buey y un asno tranquilo,
las ovejas que del río
le traen heno perfumado.

El nilo Dios ha llegado
el Señor de los señores,
en Él se opacan los soles
ante el fuego del Amado.

El pesebre está vacío,
el altar ya preparado
y el misterio es celebrado
en vez de un niño dormido.

El sacerdote en sus manos
bendice el pan, luego el vino
y el signo del don divino
es Jesucristo encarnado.

Es la cena que en la noche
nos da su cuerpo sagrado,
el mismo que Él ha entregado
en una cruz sin reproches.

Es la noche fiel testigo
de la cena que recrea,
de la cruz que regenera,
del Resucitado vivo.

Y en esta noche de gracia,
entre bueyes y pastores
el señor de los señores
se vuelve pan que nos sacia.

Celebra la Eucaristía
su presencia misteriosa
y en un pesebre reposa,
en el misterio, la vida.

Todos se inclinan al verlo,
se postran para adorarlo
y cantan para alabarlo
salmos de Amor verdadero.

La cueva ya es un santuario
en que nace la alegría
del que brota la armonía
que Jesús trae en sus manos.

Navidad es cada día
en que el Señor de los cielos
desciende hasta nuestro suelo
y se vuelve Eucaristía.

Ya no solo contemplarlo
y adorarlo en nuestra nada,
Él es mesa preparada,
banquete para gustarlo.

Se hizo comida y bebida,
pan de Amor y vino santo,
carne y sangre que hacen santos
al regalarnos la vida.

En el altar del pesebre
adora Francisco un niño,
su cuerpo es de pan y vino,
transformados para siempre.

Presencia consoladora,
comida del peregrino,
de Francisco que en camino
sigue al Dios que lo enamora.

El sol se encendió en Francisco,
sus ornamentos brillaban
y el diácono proclamaba
la Buena Nueva de Cristo.

Tan radiante está Francisco
cuando anuncia el Evangelio
que los pastores, al verlo.
adoran con él el Niño.

Los exhorta a contemplarlo
en un pan simple, escondido,
en una cuna hecho vino
vertido para salvarnos.

Todo es luz en esta noche,
las lámparas encendidas
y las antorchas prendidas
que acompañan las canciones.

Todo es canto y alegría
y hasta la selva cercana
la gloria de Dios proclama
con cantos y algarabía.

Una visión profecía
tuvieron los que allí estaban:
por Francisco despertaba
el Niño Dios que dormía.

Francisco resucitaba
al Niñito que yacía
en el pesebre que había
en aquellos que lo amaban.

Terminada la vigilia
los devotos se llevaron
el heno en que celebraron
a Jesús Eucaristía.

Y los milagros cundían
cuando pronto se sanaban
los animales enfermos
que devotos lo comían.