El nilo

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv

Web:

 

Caliente la arena quema
los pies del fiel peregrino,
se abre, Francisco, camino
y se dirige a Damieta.

En el corazón de Egipto
y entre vientos de cruzados
sus pies, de arena calzados,
siguen las huellas de Cristo.

Reza un fraile junto al Nilo
bendiciendo su corriente,
reza bajo el sol ardiente
que protege su dominio.

Contempla en él el misterio
de Aquel que los ha creado
y que nunca ha abandonado
al pueblo en su cautiverio.

El éxodo de Francisco
es un éxodo distinto,
éxodo del laberinto
de la traición a su Cristo.

Traición de falsas victorias
regadas con sangre humana
de una guerra soberana
que se adueña de la historia.

Que cancela la memoria
de un Cristo que es pastor manso
que predica sin descanso
un Dios que es Padre en su gloria.

Padre de fieles e infieles
del que no lo reconoce
del que aturdido en sus goces
se cierra al Cristo que viene.

Dios lo ha llevado al desierto
y le ha dado otros hermanos
lo sostiene con su mano
y le muestra un cielo abierto.

Un cielo casa de todos,
de manjares suculentos
de manantiales y encuentro
del que nos salva a su modo.
...........................

Yo los mando como ovejas
los mando en medio de lobos,
caminarán codo a codo
seguros en mi presencia.

Pacificados conscientes
del Amor que Yo les tengo,
sabiendo que los sostengo
y los envío a las gentes.

Piensa Francisco en su Cristo,
delante, inmenso, el desierto
un misterio al descubierto
un mundo que nunca ha visto.

Más allá, los sarracenos,
¿lobos feroces o hermanos?
y un mismo Dios soberano
que desciende a los infiernos.

Desciende, Francisco, al Nilo
y se sumerge en sus aguas
es la emoción que lo embarga;
y su misión en el río.

Un horizonte infinito,
un mundo nuevo que embriaga,
más allá de las cruzadas
camina como otro Cristo.

La guerra que lo estremece:
muerte, sangre, cruz y espada
y la ilusión derrotada
que ante la muerte enmudece.

Bebe, Francisco, en el Nilo
su cultura milenaria,
bebe el sol de sus entrañas
y renueva su bautismo.

A sus orillas la hierba
crece verde como un signo
del Amor tierno y benigno
del Dios que cuida su tierra.

Del que a los justos e injustos
da su lluvia en abundancia
del que espera con constancia
un mundo de paz más justo.

Piensa, Francisco, en los lobos
pues ya no encuentra ninguno
y ve el momento oportuno
de predicar a su modo.

Lo contemplan unas garzas
y un grupo de escarabajos
mientras sostiene en sus brazos
el gato que lo acompaña.

El hermano sol bendice,
para él es Cristo que reina
y en los papiros impregna
la Palabra en sus raíces.

Será el servidor de todos
como Jesús le ha enseñado
trabajará con sus manos
y predicará a su modo.

Amigo de los leprosos,
mendigo con los mendigos,
el rostro de un Dios amigo
fuente de paz y de gozo.

Anunciará la concordia
la armonía entre los pueblos
la paz de Dios y el consuelo
que se imprime en la memoria.