El ministerio de la música y el canto

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv

Web: Poesía religiosa y mística cristiana  

 

 

“En efecto, el canto sagrado ha sido ensalzado tanto por la Sagrada Escritura, como por los Santos Padres, los Romanos Pontífices, los cuales, en los últimos tiempos, empezando por San Pío X, han expuesto con mayor precisión la función ministerial de la música sacra en el servicio divino”.(SC 112)

La animación de la oración  

Según la teología paulina, el encuentro comunitario de oración es el contexto ideal en el que desembocan, crecen y maduran los carismas para la edificación común. Es el lugar en el que Dios habla a su pueblo para guiarlo, exhortarlo, consolarlo, sanarlo y amonestarlo.

Para que se desarrolle satisfactoriamente es importante el ministerio de animación en su doble acepción: “animación vocal” y “animación musical”.

Los animadores no son especialistas de la oración que sustituyen a los participantes, su rol de guía profética está fundado en el carisma de la animación que indica, en el discernimiento sapiencial, las experiencias que el Espíritu sugiere mediante las mociones proféticas que suscita en los orantes.

La comunidad orante mira la liturgia del cielo como la relata el visionario del Apocalipsis:

“8        Cuando lo tomó, los cuatro Vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron delante del Cordero. Tenía cada uno  una cítara y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos.

9          Y cantan un cántico nuevo diciendo: «Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos  porque fuiste degollado  y compraste para Dios con tu sangre          hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación”(Ap5,8-9)

           

El fundamento bíblico del ministerio está en los criterios enunciados por el apóstol Pablo en 1Cor 12,14 con respecto al uso de los carismas (particularmente la profecía) que intervienen en un grupo de oración. Junto a esto se encuentra la visión de la “Tienda de David” en 1Cr 22-28 que nos habla del servicio incesante de animación, de alabanza y adoración que se ofrece al Señor en el Templo por medio de la música y el canto inspirados; y la visión de la liturgia celestial, como la describe el Apocalipsis en la Jerusalén Celestial.

El modelo de la asamblea de oración es el que encontramos en las cartas de san Pablo: 1Cor 12-14; Rm 12, Ef 4.

 

Canto y música inspirados

 

Cuando el canto es canto inspirado es, al mismo tiempo, oración y profecía. Del mismo modo que una oración conmueve el corazón del que la escucha y tiene en sí misma la potencia de una revelación profética, del mismo modo el canto inspirado, es una manifestación en la que resulta evidente la acción del Espíritu Santo.

Revistiéndose de canto, la profecía se vuelve una “palabra cantada”, en un contexto de alabanza, de adoración, de contemplación del Señorío de Dios. El canto puede ser de gran ayuda para interiorizar la Palabra de Dios. La Palabra cantada abre el corazón a la voluntad de Dios, amada y profesada.

El canto inspirado, el canto profético, “toca y mueve el corazón” a la contemplación o determina un incremento en la fe. Un canto inspirado tiene el poder de liberar, de sanar, de consolar, provocando en la asamblea un efecto evidente de pacificación.

La elección y el uso de los cantos en el transcurso de una oración comunitaria carismática es algo bien distinto que llenar un intervalo entre las oraciones que se realizan o que llena los silencios incómodos o vacíos.

La finalidad del canto no es solamente dar solemnidad, elevar los corazones,  o ayudar a llevar adelante el encuentro de oración: es sobretodo un tiempo reservado para Dios, un tiempo en el que Dios queda en el primer plano y no los hombres con sus habilidades musicales.

Esto nos compromete a dialogar, a ponerse de acuerdo con los hermanos encargados del ministerio de animación de la oración para que la actividad sea única, única la unción que se manifiesta, único el lenguaje que utiliza el Espíritu. Finalmente es importantísima la participación de toda la asamblea en el canto.

Decía el Papa Pablo VI: “Si el pueblo de Dios no canta, pierde la fe; si pierde la fe, deja la Iglesia”.  El canto es importante para todos los fieles que necesitan ser instruidos para que no cante solamente un pequeño grupo, sino toda la asamblea. El canto de una asamblea es una oración solemne y conmovedora al mismo tiempo.

En lo que respecta a la relación entre el canto y la acción litúrgica (en particular la Celebración Eucarística) es suficiente recordar lo que está indicado en la Constitución Sacrosantum Concilium para la cual la presencia del canto y de la música en la liturgia tienen las siguientes motivaciones fundamentales:

 

v     Dar mayor gusto a la oración

v     Favorecer la unanimidad

v     Hacer más solemnes los ritos

 

Señala el Concilio:

 

Dignidad de la música sagrada: 112. La tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable, que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la Liturgia solemne.

La música sacra, por consiguiente, será tanto más santa cuanto más íntimamente esté unida a la acción litúrgica, ya sea expresando con mayor delicadeza la oración o fomentando la unanimidad, ya sea enriqueciendo la mayor solemnidad los ritos sagrados. Además, la Iglesia aprueba y admite en el culto divino todas las formas de arte auténtico que estén adornadas de las debidas cualidades.

Por tanto, el sacrosanto Concilio, manteniendo las normas y preceptos de la tradición y disciplinas eclesiásticas y atendiendo a la finalidad de la música sacra, que es gloria de Dios y la santificación de los fieles, establece lo siguiente:

Primacía de la Liturgia solemne: 113. La acción litúrgica reviste una forma más noble cuando los oficios divinos se celebran solemnemente con canto y en ellos intervienen ministros sagrados y el pueblo participa activamente...

 

Participación activa de los fieles: 114. ...Los Obispos y demás pastores de almas procuren cuidadosamente que en cualquier acción sagrada con canto, toda la comunidad de los fieles pueda aportar la participación activa que le corresponde, ...

 

Formación musical: Dése también una genuina educación litúrgica a los compositores y cantores, en particular a los niños.

 

Canto religioso popular: 118. Foméntese con empeño el canto religioso popular, de modo que en los ejercicios piadosos y sagrados y en las mismas acciones litúrgicas, de acuerdo con las normas y prescripciones de las rúbricas, resuenen las voces de los fieles.”

 

Líneas fundamentales para el ministerio del canto

 

El ministerio del canto es una expresión de la oración comunitaria carismática que requiere una disposición particular de atención, escucha y docilidad al Espíritu.

Entre los ministerios de canto, de Animación de la oración y de Liturgia, debe haber necesariamente una comunión espiritual particular y una sintonía ministerial que se desprende de la compenetración que tienen en el servicio que prestan en la oración comunitaria.

Es bueno e importante que esta comunión crezca y se promueva.

Durante el desarrollo de las acciones litúrgicas que involucren la celebración Eucarística, la Liturgia penitencial, la Adoración, etc. El ministerio del canto y el ministerio de la liturgia deben seguir las indicaciones del sacerdote que preside las celebraciones coordinando debidamente entre ellos.

Dado que la manifestación carismática del canto favorece la participación y la oración de toda la asamblea, el ministerio debe actuar de modo que los cantos puedan ser cantados normalmente por todos los hermanos presentes.

El coordinador del ministerio debería facilitar la participación de otros hermanos de la asamblea que, aunque no pertenezcan al ministerio, pueden ser invitados, ocasionalmente a sostener de cerca el ministerio del canto.

Esta apertura a la presencia posible de dones carismáticos de otros hermanos es necesaria para un discernimiento, en este sentido, por parte del coordinador y de los responsables del grupo.

Es necesario que el ministerio no se proponga vivir “tiempos de animación” sino un único tiempo , en el que se acompañan las mociones del Espíritu ayudando a la asamblea a elevar al cielo oraciones espontáneas. Estas brotan de la libertad del corazón que ama pero deben ser sobre todo inspiradas, o sea, iluminadas por lo que Dios desea y no por las aspiraciones o sentimientos humanos que frecuentemente impiden escuchar a Dios.

La escucha sigue siendo el momento de mayor intensidad comunitaria  y la condición fundamental para que los animadores puedan ejercer el discernimiento sapiencial necesario para guiar la asamblea.

Finalmente, para el crecimiento del ministerio, pueden ser de gran ayuda, además de las reuniones para orar y ensayar, los encuentros periódicos con otros ministerios que permitan intercambiar experiencias y crecer en el servicio pastoral.