El ministerio de la oración por los que sufren

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv

Web: Poesía religiosa y mística cristiana

 

 

Una de las facetas más conocidas de la Renovación en el Espíritu es justamente la oración de intercesión por o sobre los que sufren. Muchas personas se acercan a las reuniones de oración o a las mal llamadas misas de “sanación” buscando alivio en sus múltiples dolencias. Enfermos de todo tipo, afligidos por diversas circunstancias dolorosas de la vida, hombres y mujeres que deben elaborar pérdidas dolorosas, se acercan para buscar consuelo, sanación y alivio.

La oración por los hermanos es una oración de intercesión que se dirige a Dios a favor de una persona, orando en presencia de esta persona, con la manifestación de los carismas que el Espíritu done libremente a aquel grupito de personas para ayudar a la persona necesitada. En este sentido el ministerio de la oración por los hermanos y el de intercesión viven dos realidades tanto espirituales como ministeriales muy cercanas.

Hemos recordado, para el ministerio de intercesión, cuáles son las condiciones espirituales más importantes para la oración de intercesión: la fe (confianza), la perseverancia, el perdón, la asistencia del Espíritu Santo.

Señalamos algunos aspectos que pueden concernir más específicamente a la oración sobre los hermanos: cuando hablamos de fe como condición indispensable para la oración es suficiente (y ciertamente no es poco) poseer un don de fe que sea confianza incondicional en el amor omnipotente de Dios. Por lo tanto no es indispensable el carisma de la Fe carismática, o sea el don que el Espíritu concede a algunos de modo que puedan “saber” y afirmar, con absoluta certeza lo que Dios realizará (curaciones, signos, milagros, etc.).

Debería ser superfluo recordar la necesidad del perdón. “Cuando oren, si tienen algo contra alguno, perdonen...” (Mc 11,25). La falta de perdón hacia Dios, hacia nosotros mismos, hacia el prójimo o con respecto a los enemigos puede bloquear la acción del Espíritu Santo. Ninguna oración de intercesión puede ser agradable a Dios si no va acompañada del Amor por el prójimo, particularmente por la persona por la cual oramos. Cuando oramos sobre una persona debemos pedir el don de la compasión: un amor que logre hacernos coparticipar de los sufrimientos ligados a las pobrezas espirituales y materiales del hermano.

Una compasión humana similar a la que Jesús tenía con los sufrientes y que lo movía a realizar milagros (Mt 15,10; Jn 11,38; Lc, 7,13).

Un secreto para ser escuchados es el de orar con humildad: ser conscientes  de que estamos pidiendo a Dios “algo que, por más que nos parezca bueno y justo, no nos corresponde por derecho, y por lo tanto, no podemos pretender por parte de Dios. Ser humildes en la oración significa estar sometidos totalmente a su voluntad.

Durante la oración pedimos frecuentemente  ser escuchados en nombre de Jesús. Esto nos lo enseñó Jesús mismo. Es necesario, sin embargo recordar el verdadero significado de la oración hecha en el nombre de Jesús: no consiste en una simple (casi mágica) invocación, sino en invocarlo haciendo que este nombre, o sea esta Persona Divina, sea totalmente acogida y por lo tanto esté presente dentro de nosotros y entre nosotros.

Es importante tener en cuenta la indicación de la Congregación para la doctrina de la Fe en su documento sobre las oraciones para obtener sanación en cuanto a que el carisma no puede ser atribuido a un determinado grupo de fieles:

“El "carisma de curación" no puede ser atribuido a una determinada clase de fieles. En efecto, queda bien claro que San Pablo, cuando se refiere a los diferentes carismas en 1 Co 12, no atribuye el don de los "carismas de curación" a un grupo particular, ya sea el de los apóstoles, el de los profetas, el de los maestros, el de los que gobiernan o el de algún otro; es otra, al contrario, la lógica la que guía su distribución: "Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad" (1 Co 12, 11). En consecuencia, en los encuentros de oración organizados para pedir curaciones, sería arbitrario atribuir un "carisma de curación" a una cierta categoría de participantes, por ejemplo, los dirigentes del grupo; no queda otra opción que la de confiar en la libérrima voluntad del Espíritu Santo, el cual dona a algunos un carisma especial de curación para manifestar la fuerza de la gracia del Resucitado. Sin embargo, ni siquiera las oraciones más intensas obtiene la curación de todas las enfermedades. Así, el Señor dice a San Pablo: "Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza" (2 Co 12, 9); y San Pablo mismo, refiriéndose al sentido de los sufrimientos que hay que soportar, dirá "completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24).

 

 

Aspectos característicos de la oración sobre los hermanos.

 

A la persona que pide la oración se le debería recordar que en aquel momento está presente realmente Jesús: “Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, Yo estoy en medio de ellos” (Mt 18,20). Y que el mismo Jesús pregunta: “¿Qué quieres que haga?” (Mc 10,51). Por este motivo es aconsejable, como acto de fe y de humildad, que manifiesten las propias necesidades.

Si es necesario se debe explicar que las necesidades espirituales o materiales de personas queridas (familiares, amigos, etc.) pueden ser confiadas a otros tipos de oración de intercesión.

 

La imposición de las manos que acompaña la oración sobre los hermanos es un gesto bíblico rico de significados. Este gesto es, sobre todo: “Una expresión concreta, sensible, de aquella solidaridad que en la Renovación no es una palabra vana (Laurentin). Nuestras manos no tienen ningún poder específico taumatúrgico: sino que muestran el amor profundo que nos une al hermano y son signo del poder que Jesús tiene sobre toda creatura.

 

La invocación del Espíritu Santo,  tanto sobre la persona que pide la oración, como sobre aquellos que oran debe preceder siempre la oración para obtener la ayuda necesaria y sobrenatural de Dios.

Es, por lo tanto, una oración carismática, con la ayuda de aquellos carismas que el Espíritu querrá regalarnos libremente como respuesta a las necesidades de los hermanos.

En docilidad al Espíritu, la oración sobre los hermanos puede orientarnos hacia una oración de sanación física, una oración de sanación interior, una oración de liberación, una oración de consolación o de apoyo para el crecimiento espiritual (dificultad de conversión, ayuda en momentos de prueba, etc). Nos detenemos brevemente en la oración de liberación y de sanación interior.

 

La oración de liberación

 

La oración de liberación es una oración dirigida a Dios, normalmente hecha por un grupo de creyentes, para pedir la liberación del maligno a favor del que sufre su influjo, con exclusión de los casos de posesión diabólica (siempre reservados al exorcismo).

En la oración de liberación non es legítimo, por parte de los laicos y también de los sacerdotes que no tengan las debidas licencias, dirigirse directamente al demonio incluso cuando no se trate de posesión diabólica. Es necesario que el grupo de oración esté constituido  por hermanos que posean las cualidades humanas (un buen equilibrio psíquico), espirituales (vida de gracia) y que el grupo, en su conjunto, posea dones carismáticos (carisma de misericordia, carisma de intercesión, carisma de discernimiento, carisma de autoridad) y haya recibido una buena formación en esta materia.

La oración de liberación debe ser objeto de un atento discernimiento.

Un primer discernimiento  se obtiene, antes de la oración, dedicando a la persona que pide la liberación, un tiempo suficiente para una escucha delicada y paciente. Un segundo discernimiento se logrará durante la oración sobre la persona, antes de comenzar una eventual oración de liberación, confiándose sobre todo a los carismas (si están presentes) de discernimiento y discernimiento de espíritus.

Un discernimiento final es el que nace después de la oración cuando se evaluando lo sucedido entre los miembros del equipo de oración.

Todo equipo adaptará este itinerario de discernimiento al camino realizado, la formación madurada, y sobre todo una consideración humilde a cerca de los frutos derivados de la experiencia vivida juntos.

 

La oración de sanación interior

 

Todos hemos experimentado, al menos alguna vez, sufrimientos, conflictos interiores, cólera fuerte e irracional, miedos, tristeza, etc. Frecuentemente estas situaciones derivan de un estado de “enfermedad interior” debido a heridas o traumas recibidos durante nuestra vida (incluso en los primeros instantes o incluso en la vida prenatal).

Sabemos por el Evangelio que Jesús puede curarnos no sólo físicamente sino también interiormente: psicológicamente, emocionalmente, espiritualmente.

No es necesario saber con precisión qué cosa, en nosotros, tiene necesidad de sanación, aunque el saberlo ayude. Nosotros podemos orar para ser sanados interiormente y dejar que el Señor nos guíe en aquello que debemos hacer o por lo que debamos orar seguidamente.

La oración por la sanación interior se realiza, generalmente en un pequeño grupo (como los del ministerio de oración sobre los hermanos).

El que recibe las oraciones de sanación interior o de liberación debe saber cuánto es indispensable el estado de gracia y la conciencia de que la sanación debe situarse siempre dentro de un proceso de conversión y creciente encuentro con el Señor.

 

Los caminos de sanación interior y liberación

 

Las oraciones de sanación interior y las de liberación requieren, normalmente, un cierto camino de repetición durante el cual la persona obtiene beneficios siempre mayores. Afín de que estos beneficios no tarden en verificarse y para evitar el peligro de malograr las intervenciones del Señor es necesario que este camino vea:

·         la colaboración activa de la persona que sufre

·         el sostén por parte de la comunidad de oración, particularmente por parte de los ministerios de intercesión y oración sobre los hermanos.

La colaboración activa se puede realizar de diversos modos como acogida del plan de salvación o sanación que Dios quiera donarnos. Por ejemplo:

 

·         participación asidua en la oración comunitaria

·         ejercicio del perdón

·         frecuencia en los sacramentos

·         meditación de la Palabra de Dios (particularmente de los pasajes bíblicos recibidos durante las oraciones)

·         realización de las obras (comportamientos, actitudes, gestos, oraciones, etc) que el Señor pide para nuestra conversión y sanación

·         recurrir a la dirección espiritual.

 

El responsable del grupo de oración, con delicadeza y amor, recordará siempre a los que sufren la necesidad de su propia colaboración activa en el curso de un camino de sanación o liberación.

El apoyo del grupo y particularmente el apoyo ministerial ayuda mucho a superar las dificultades que aparecen, a lo largo del camino. El responsable del equipo de oración que sigue un camino de sanación deberá compartir siempre son el equipo y el coordinador del ministerio las modalidades con las cuales es oportuno intervenir para apoyar a las personas que reciben oraciones. Se tratará de modalidades que, en el respeto de la colaboración activa indicada, deberán ser objeto de un discernimiento que tiene en cuenta la situación específica.

 

Indicaciones para la oración de sanación interior

 

La oración de sanación interior se refiere  principalmente a todos los trastornos que han afectado la psiquis (sobre todo en la esfera afectiva y emocional o de los recuerdos) influenciando negativamente comportamientos o modos de pensar. Estos afectan luego otras esferas, la vida espiritual o física de la persona.

Dios, en su sabiduría y preocupación por cada uno, conoce el momento más indicado y la gradualidad con la que se debe ofrecer la sanación interior. El equipo de oración pedirá al Señor recibir el discernimiento carismático antes de comenzar la oración de sanación interior sobre la persona que sufre. Por el mismo motivo, durante la oración, es bueno evitar realizar un camino de sanación basado únicamente en modelos descriptos en libros específicos.

Se deben también evitar los métodos que hagan referencia a psicoterapia (reservada a médicos expertos en este campo).

El conocimiento de las situaciones (presentes o pasadas) de la vida del enfermo, aunque se crea proveniente de presuntos carismas, debe ser usado con gran discernimiento en cuando no siempre es positivo manifestar abiertamente al enfermo hechos que se refieren a aspectos particulares delicados de la vida personal.

La sanación interior no puede proceder sin una coherencia suficiente y un compromiso, por parte del solicitante, en el cuidado de la propia vida espiritual. Con tal propósito recordamos que el sacramento de la reconciliación es indispensable para recibir la sanación interior. En caso de dificultades serias a nivel espiritual se recomienda dirigirse a un sacerdote.

Los traumas, las heridas psíquicas, pueden provocar condicionamientos incluso muy fuertes que disminuyen la libertad de la persona. Es tarea de la oración de sanación interceder  para que el paciente sea liberado de estos condicionamientos. Esta oración no tiene que ser confundida con la oración de liberación como comúnmente señala la renovación (liberación de las influencias del maligno).

Durante la oración de sanación interior podría ser útil una oración de liberación en aquellos casos en los cuales el discernimiento (posiblemente carismático) realizado por el equipo que ora, lleve a pensar que la sanación interior se encuentre obstaculizada por un influjo negativo del demonio.

La sanación interior requiere normalmente un camino de algunas sesiones. Este camino debe ser propuesto con delicadeza al interesado de modo que pueda expresarse en merito con toda libertad.

 

Indicaciones sobre la oración de liberación

 

La oración de liberación es una oración de intercesión que se dirige a Dios para que la persona sobre la cual se ora sea liberada de la influencia del maligno.

Se realiza en los casos de necesidad efectiva y solamente después de un discernimiento por parte del grupo que ora.

Requiere la conciencia y la preparación por parte de todo el grupo que reza. En caso de que el discernimiento muestre la utilidad, debe ser propuesta, con discreción y sensibilidad, a la persona necesitada.

Requiere la participación activa de esta persona y puede ser repetida algunas veces, preocupándose de que no sustituya el compromiso personal (conversión, perdón, oración, alabanza, vida de gracia) de quien la recibe.

En ningún caso puede volverse un exorcismo (aunque no se lo exprese claramente) y por lo tanto  no puede comportar un diálogo dirigido al demonio o a otros espíritus.

Ninguna oración de liberación (ni exorcismo) puede referirse a presuntos influjos negativos o presuntos ligámenes ejercidos por las almas de los difuntos ya que de ninguna de ellas es lícito presumir su condenación y por lo tanto que sea instrumento del demonio. Tampoco es lícito creer que las almas en un eventual estado de purificación puedan hacer el mal.

Hay que evitar oraciones de liberación o sanación que impliquen la creencia in influjos o males espirituales que se transmiten, entre los difuntos y los vivos, a través del llamado árbol genealógico. La praxis de la oración de sanación del árbol genealógico no es ortodoxa ni en el plano dogmático ni mucho menos en el de la tradición católica.

 

Caminos de sanación y apoyo ministerial

 

El comienzo de un camino de sanación interior o liberación es un momento muy delicado para la vida espiritual y psicológica de la persona. Por lo tanto se debe realizar un discernimiento atento por parte del coordinador junto con los responsables del equipo cuando se recibe alguna solicitud.

En todo momento se debe tomar en seria consideración la disponibilidad de la persona para seguir con esfuerzo las indicaciones que el Espíritu quisiera dar y la disponibilidad a un camino de conversión. La participación de la persona debe ser libre, consciente y clara.

La duración del camino de oración dependerá del discernimiento del equipo teniendo en cuenta los frutos, la participación activa del interesado, los momentos de pausa necesarios para una maduración personal y para recibir lo que el Señor va obrando. Luego de un número razonable de oraciones es sabio interrumpir, al menos momentáneamente el camino.

Finalizada cada oración el responsable debe recordar a la persona la palabra que el Señor le ha dado que se volverá un punto de referencia para el camino personal de oración que se realiza.

Los miembros del equipo compartirán, luego de cada oración, la acción salvífica que el Señor está realizando. Evitando caer en la tentación de volverse un consejero espiritual, el coordinador mantendrá un diálogo abierto con la persona por la que se ora con respecto a su camino.

Al finalizar cada oración los presentes deben evitar  hacer comentarios personales y, si es posible, invitarán al hermano a permanecer unos minutos delante del Santísimo.

Se indicará oportunamente la importancia de prepararse con el tiempo necesario desarrollando la oración personal y la vida sacramental.

En el caso de que el coordinador, durante un tiempo razonable, no tenga más noticias sobre las necesidades que motivaron la oración, deberá establecer si es que todavía subsisten las condiciones para proseguir con la de intercesión.

Finalmente es importante que se exhorte a los hermanos a permanecer en contacto para poder ofrecer eventuales testimonios.